Si temiereis a Jehová y le sirviereis, y oyereis su voz, y no fuereis rebeldes a la palabra de Jehová, y si tanto vosotros como el rey que reina sobre vosotros servís a Jehová vuestro Dios, haréis bien. 1 Samuel 12:14
Queridos amigos, una y otra vez nos hemos visto en la situación de perdonar la rebeldía de nuestros hijos.
El amor por ellos nos lleva a hacerlo, aunque en su momento hayamos querido “matarlos”, habiendo incluso llegado a decir que no los perdonaríamos.
Israel como pueblo escogido de Dios gozaba de un trato muy especial, al extremo que Dios tenía una alta disposición para perdonar cuando hubiese arrepentimiento verdadero en esta gente.
Samuel les estaba diciendo que Dios estaba dispuesto a perdonar su rebeldía y bendecirles si eran obedientes. Su futuro, como siempre, estaba en las manos de Dios, pero ellos podían influenciarlo positivamente si oían la voz de Jehová y le servían en obediencia.
El pueblo había pedido un rey, rechazando a Jehová como su Rey. Creían que una nueva forma de gobierno sería más conveniente y de mayor beneficio. Lo que no discernían es que al tener a Dios a la cabeza no importaba la forma de gobierno, lo prioritario era la disposición de corazón que habían de tener.
Necesitaban un corazón obediente para vivir bendecidos por Dios, eso es lo que todos necesitamos.
Una forma de gobierno, la de los jueces, estaba llegando a su fin. Se daba inicio a la era de los reyes. El gobierno de Samuel fue intachable, caracterizado por la honradez y la transparencia, por pensamientos alineados a Dios y palabras puras, atributos que todo hombre de Dios debería anhelar demostrar.
Samuel se retiraba del ministerio que Dios le había asignado, porque ya había un rey que lo desplazaba. Un cambio de mando fluido, un hombre probo y temeroso de Dios que unge al nuevo rey, sin el duro trauma que suele conllevar la pérdida del poder.
No podemos decir lo mismo de la gran mayoría de gobernantes de la historia, resaltando a los actuales que venimos sufriendo, que no dudan en aprovecharse del poder político para llevar adelante sus actos de corrupción y que buscan por todos los medios no soltar el poder .
La ignorancia de los pueblos suele ser el motor para tomar las peores decisiones. En el caso del pueblo israelita durante siglos Dios había sido mucho mejor que cualquier rey. Su falta de entendimiento los llevó a una ausencia de confianza y como consecuencia a rebelarse contra Jehová.
El Señor en su misericordia concedió su loco pedido y les dio un rey, sin embargo sus obligaciones no cambiaron. Debían continuar sujetándose a los preceptos de Dios, nada había variado en ese sentido.
Tanto el pueblo como Saúl, el nuevo rey, debían sujetarse a la ley de Dios, si querían vivir bendecidos.
Puede que la gente niegue a Dios o diga creer en Él, pero insista en no estar de acuerdo con sus mandamientos. Nadie se puede librar de la ley de Dios, puede que decida no cumplirla, pero llegado el momento deberá rendir debidas cuentas.
Quien piensa que escapando del supuesto alcance de Dios estará fuera de su dominio se equivoca, podrá pensar que Dios no gobierna su vida, pero de todos modos recibirá justo juicio.
No actuemos con rebeldía, hagamos que el Señor Jesucristo sea el Rey en todos los aspectos de nuestra existencia.
¿No sabemos acaso, que se trata de la autoridad perfecta para nuestras vidas?
Entonces sometámonos a Él con un corazón de obediencia, anhelando profundamente poder serle fieles en todo.
Les deseo un día muy bendecido.