y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Juan 2:25 RVR1960
Queridos amigos, el hombre ha pasado buen tiempo de su existencia tratando de entender al hombre.
De dicha búsqueda de comprensión se desprenden ramas de la ciencia tales como la filosofía, la psicología, la antropología, la sociología entre otras. A pesar de la búsqueda sistemática y dedicada en manos de mentes brillantes, el hombre natural no consigue dilucidar con definitiva claridad lo concerniente a su propia naturaleza humana.
Existen líneas de pensamiento que indican que primero es el huevo y otros aseveran que primero es la gallina, y también están aquellos que afirman que ninguno de los dos. No creen en la maldad inherente del hombre y piensan que el hombre se hace malo en el camino, afirmando de ese modo que se puede ser bueno, contradiciendo la Palabra que afirma que no hay ni uno solo que haga lo bueno (Romanos 3:10-12), porque Dios no le dio al hombre natural ojos espirituales para ver la verdad.
El hombre que es convertido por el poder de Dios, recién conociendo a Jesucristo se da cuenta de su estado de profunda miseria, pero hasta antes de conocer la verdad del Hijo de Dios, piensa, sustentado en parámetros de justicia y verdad del mundo sumados a su propia justicia y verdad, que tiene la razón, porque ha aprendido, que es muy sano ser uno mismo y hay que seguir al corazón para caminar realizado por la vida.
Lo que no comprende es lo engañoso que es su corazón. Ya lo decía el profeta Jeremías: engañoso es el corazón, más que todas las cosas, además es perverso (Jeremías 17:9). Ante una situación tan calamitosa de indefensión, pues el hombre natural no tiene la capacidad para defenderse de su propio mal, el único que puede ayudar es Jesucristo.
El Hijo de Dios conoce absolutamente todo lo relacionado a la naturaleza humana, puede predecir con enorme facilidad los pensamientos más intrincados del hombre. Nadie más que Él para conocer a fondo la maldad en lo más profundo de los corazones.
Jesucristo conoció la naturaleza de todos los hombres durante su estancia en la tierra. Para Él era muy simple discernir sus afectos e intenciones. De inmediato reconocía sus aptitudes, talentos, capacidad intelectual y disposición de corazón.
Cuánto no quisiéramos poder poseer un poquito de dicho discernimiento para reconocer a nuestro prójimo, cuánto nos ahorraríamos y cuánto podríamos dar si así fuera. Jesús sabía reconocer a sus sagaces y sutiles enemigos, podía visualizar sus artimañas y planes perversos. De igual manera reconocía a sus falsos amigos, cuya hipocresía no podían ocultar por más astutos que fueran.
Nosotros nos guiamos por lo que los hombres dicen y hacen, suponiendo entender sus motivaciones, sin embargo, Cristo sabe con lujo de detalles lo que su mente y corazón contienen. Nadie lo puede engañar, no hay quien tenga la habilidad de poder esconderle algo.
Por otro lado está la buena noticia de que el buen Pastor conoce a sus ovejas, y ninguna se le perderá, porque da su vida por ellas (Juan 10:14-15). Él conoce a los suyos, sabe exactamente quiénes son, sabe de su obediencia y de sus debilidades, y los reconoce por sus corazones arrepentidos y por su anhelo de seguir y escuchar su voz.
La fe intelectual conduce hacia una profesión de fe religiosa y formal, orientada hacia la búsqueda de un dios conforme a los afectos y disposiciones de un corazón engañoso, mientras que la fe genuina lleva a buscar la obediencia para vivir bajo verdad y justicia de Cristo Jesús.
Tengamos cuidado de no perder la perspectiva de que Dios lo escudriña todo y a todos, estemos prevenidos de no estar caminando por la vida con una fe muerta y vacía. Que el que sabe lo que hay en el hombre tenga misericordia de nosotros.
Les deseo un día muy bendecido.