No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro. Y no juraréis falsamente por mi nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová. No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana. No maldecirás al sordo, y delante del ciego no pondrás tropiezo, sino que tendrás temor de tu Dios. Yo Jehová. Levítico 19:11-14 RVR1960
Queridos amigos, es duro y también triste tener que reconocer que ninguno está libre de haber cometido por lo menos una de las transgresiones descriptas en el pasaje de hoy.
Si alguien dijere que nunca incurrió en alguno de estos pecados estaría actuando como un fariseo más, personas que fueron identificadas por el Señor Jesucristo como hipócritas, que se esforzaban en extremo para que los vieran rectos externamente, pero internamente eran comparados con un sepulcro contaminado.
Pero aún más duro es ver que existen personas que no solo no están dispuestas a admitir su pecado, sino que no creen en su existencia y ven las transgresiones como simples fallas o errores, que quizás haya que enmendar. Cuán lejos están de la verdad.
A veces pienso que el tiempo se me pasó muy rápido porque a estas alturas de mi vida muy pocas son las cosas que me sorprenden. Sin embargo, no dejo de sorprenderme de lo engañados que muchos viven, alejados del camino, la verdad y la vida que es Jesucristo (Juan 14:6).
Muy pocos se declaran ateos o agnósticos, en general se dicen creyentes. Algunos se auto denominan cristianos, sin embargo, no se observa en ellos ningún cambio en su estilo de vida y menos temor de Dios.
Quien es convertido genuino tiene un fuerte anhelo por no pecar, por ser obediente a Dios, tiene temor de Él. Está caminando en santidad, creciendo en espíritu guiado por el Espíritu Santo que mora en él. Sus inclinaciones son a favor de Dios aunque siga pecando, se duele mucho de su pecado y ya no desea seguir al mundo. El cambio de actitud y de estilo de vida es radical, notorio y definitivo.
En tanto que el común de los no convertidos se deleita en sacar la ventajita cuando le es posible hacerlo, no lo ve como engaño o mentira sino como una movida de los más astutos, no le interesa seguir la verdad, aunque quiera mostrarse externamente de otra manera.
Entonces no es casual que Jehová mismo haya instruido al pueblo de Israel sobre sus preceptos, los cuales no han perdido vigencia hasta hoy y tampoco perderán vigencia, su Palabra no pasará porque es eterna (Lucas 21:33). Dios quiere obediencia y que practiquemos sus mandamientos. Vivir en el temor de Dios es principio de toda sabiduría (Salmo 111:10).
Quiera Dios en su soberanía tener misericordia de los inconversos y bendecirles con su gracia para que puedan discernir que son pecadores que nada merecen. De esa manera estarán capacitados para comprender la verdad de Dios y anhelar seguirla.
Tengan un bello día bendecido por nuestro Señor Jesucristo.