¿Me he alegrado alguna vez cuando una calamidad ha herido a mis enemigos o me entusiasmé cuando les ha tocado sufrir? Job 31:29 NTV
Queridos amigos, en un mundo polarizado políticamente entre izquierda y derecha, donde es común ver cómo la gente quiere imponer no solo su pensamiento sino sus ambiciones, al impío le resulta muy difícil no alegrarse cuando a un contrincante le va mal.
La competitividad socialmente aceptada y laboralmente exigida es otro elemento que conduce a que las personas no tengan inconveniente en pisotear a quien sea necesario para conseguir cumplir con sus objetivos. Y cuando el contrincante cae nace el regocijo.
La institucionalización del desarrollo de la autoestima en la sociedad moderna, gracias al aporte de los psicólogos, conduce a que las personas busquen quererse a sí mismas, poniéndose como primera prioridad en la vida, llegando a despreciar al resto, pensando en que valen más o que son superiores.
El lema de pensamiento “el que me la hace, me la paga” está muy arraigado en las mentes de muchos. La gente usa mucho de su tiempo para elucubrar cómo vengarse. Su accionar va desde sutiles y refinados ataques hasta el más burdo uso de violencia. Pero lo que cuenta es cobrarse la deuda, satisfacer al ego elevando la autoconfianza.
El consejo de muchos es de no dejar pasar la agresión, el desplante, el desaire, el mal trato, el desliz o la falta de educación, es preciso enseñarles a comportarse como es debido. La gente se cree con la autoridad suficiente como para dar ejemplo y enseñar al prójimo, pero no se da cuenta, en la mayoría de los casos, que actúa sin mirar la viga en el propio ojo. Tienen la razón pero no la autoridad para juzgar.
Juzgan en su propia justicia. Su propio interés prima antes que el del prójimo. Pesan y sopesan el accionar del resto, tomando como vara de medida su forma de pensar y de ver las cosas, que suele estar impregnada por el pensamiento del mundo.
Vivimos en tiempos donde el relativismo campea. Nada es definitivo, todo depende de otra cosa. Se debe respetar la diversidad de puntos de vista por más disparatados que sean. Cuando alguien desea manifestar firmeza sustentado en la verdad de Dios, suele ser abucheado por esgrimir pensamientos obsoletos.
La verdad y justicia de Dios, que son eternas, perfectas, inerrantes, inmutables, son cuestionadas y rechazadas por humanos que se consideran superiores, y que hablan por el contenido de sus corazones entenebrecidos, que creen que los malos son los otros.
Job es famoso por haber aguantado el sufrimiento al cual fue sometido por obra de Satanás. Nunca dio brazo a torcer en cuanto a su fidelidad para con Dios, a pesar de tanta calamidad en su vida, no negó a Dios. Obró pagando bien por mal. No les deseó el mal a sus enemigos.
Pagar bien por bien y mal por mal es moneda común en este mundo, incluso es usual que se pague mal por bien. Pero lo que menos se ve es que se pague bien por mal. Esto es atribuible a la condición caída del hombre natural, pues ante todo defiende sus intereses y su ego, buscando satisfacerse a sí mismo como principal prioridad. No puede tolerar recibir el mal sin pensar de manera inmediata en el mal que ha de devolver.
El cristiano está llamado a ser humilde, manso, pacificador y a devolver bien por mal. Por tanto, no debe alegrarse ante la calamidad de quienes le desean el mal, ni debe entusiasmarse cuando ve el sufrimiento de quienes sabe que no lo quieren o incluso lo odian.
Porque escrito está: Cuando cayere tu enemigo no te regocijes, y cuando tropezare, no se alegre tu corazón (Proverbios 24:19, Salmos 35:13-14).
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.