Por el camino de tus mandamientos correré, Cuando ensanches mi corazón. He Salmos 119:32 RVR1960
Queridos amigos, ¿cuántas veces hemos aseverado haber entendido algo y luego hemos actuado como si no hubiésemos entendido nada?
Eso se da normalmente en los ámbitos que podemos llamar límite, es decir, por ejemplo, lo relacionado con el alcohol y el tabaco, para no ir más lejos.
No creo que hoy en día exista alguien en sus cinco sentidos que no sepa que el tabaco o que el consumo en exceso de alcohol es dañino para la salud.
El fumador ha entendido que fumar es malo, sin embargo, no tiene ningún reparo en continuar fumando.
El joven después de una borrachera es reprendido por su padre y acepta que hizo mal, sin embargo, no tiene ningún empacho en volverlo a hacer.
Si bien existen personas con un alto nivel de dominio propio, en quienes no es tan visible su pecado, todos somos presa de nuestro pecado.
La palabra enseña que no hay ni uno justo (Romanos 3:10) y que todos somos esclavos del pecado (Romanos 6:17) por nuestra condición de seres caídos.
En ese sentido no es de sorprenderse que todos seamos reincidentes en nuestro pecado, en algunos es más evidente (tabaco, alcohol, drogas) en otros no.
Todos tenemos nuestras concupiscencias (Santiago 1:13-15), es decir un deseo desmedido que nos domina, en algunos es el sexo, en otros la mentira o el chisme y así sucesivamente.
La Biblia nos enseña que no hay quien entienda y no hay quien busque a Dios (Romanos 3:11), es por eso que el mundo vive sumido en pecado y por el mismo motivo nada podemos hacer sin la misericordia y la gracia de Dios.
Es preciso que Dios mismo nos haga entender el camino de sus mandamientos, caso contrario pensaremos que hemos entendido, pero no Le seguiremos.
Cuando el poder de Dios (el Evangelio) obra sobre nosotros, ensancha nuestros corazones, es decir los convierte de piedra a carne.
Recién a partir de ese momento nos será posible empezar a andar y después correr por el camino se sus mandamientos.
Mientras tanto, en el mejor de los casos, estaremos arrastrándonos en ese maravilloso camino de la ley de Dios.
Es necesario arrepentirse y convertirse. El arrepentimiento es un cambio de actitud y de estilo de vida, donde se puede evidenciar que finalmente se entendió y se aplica.
Solo a través del sustento de Dios desearemos decidirnos por Él, meditar en su Palabra, persistir en Su camino y esforzarnos por llegar a la meta aplicando sus enseñanzas en nuestra vida.
Que Dios les guarde y les bendiga, disfruten de un bonito día en el Señor.