Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto. 2 Corintios 7:11 RVR1960
Queridos amigos, recuerdo el día del entierro de mí querida hermana, una buena amiga suya se me acercó para darme consuelo diciéndome, que se la veía muy bella en su féretro.
Yo, en mi dolor, me había rehusado a verla muerta, pues tenía la idea de que, al no verla, la podría recordar tal cual era en vida. La amiga en su bondad seguramente quiso paliar mi tristeza dándome a entender que fue bella en vida y se despedía bella, rumbo la eternidad. Mi duro pensamiento fue: no me importa que esté bella, eso no resuelve el hecho de que está muerta.
El mundo tiene pavor al sufrimiento y a la tristeza que acompaña, es por eso que evita a como dé lugar todo aquello que pueda causar dolor y entristecimiento. Mi difunta hermana solía aconsejarme, diciéndome que cuando estuviese triste saliese a ver tiendas y me comprase algo. El objetivo era sobreponerse lo más rápido posible al estado de dolor anímico y continuar viviendo.
La época de la muerte de mi hermana fue el periodo más triste de mi vida a causa de hechos externos. Ahora vivo momentos de tristeza a causa de hechos internos, que tienen que ver con mi relación con Dios. Este tipo de tristeza que vengo viviendo no me desagrada, me gusta llamarla tristeza buena, en contraposición a la clase de tristeza del mundo, de la que todos quieren huir.
A partir de mi conversión Dios me volvió más humilde (aunque algunos no lo crean así), pues puedo decir que el orgullo ya no me domina cuando debo reconocer mis pecados ante Él, aunque todavía me domina delante de algunos. Y esa es mi tristeza, primero la de seguir pecando, sacando a relucir al siervo inútil una y otra vez, y segundo la de ser vencido por mi orgullo ante algunas personas.
La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento en mi ser, y en definitiva considero haber cambiado positivamente, gracias a Dios, en muchos aspectos de mi conducta. Cuando la tristeza me abandona paso a un estado de gozo por tener en mi vida a un Dios tan maravilloso y su paz me acompaña. Lo único que puedo decir es que vivo maravilla tras maravilla.
El arrepentimiento genuino se manifiesta claramente en las actitudes personales. Se genera un sentido de diligencia hacia la búsqueda de justicia, poniendo fin a la complacencia en la maldad. Además nace el deseo de limpiar nuestra vida de la suciedad de la maldad generada por el pecado. La indignación santa es una condición que nos lleva a rechazar todo pecado.
El temor a Dios es otro resultado del arrepentimiento, el cual va acompañado del ardiente deseo de reconciliación con Dios, de hacer todo lo posible para agradarle, para deshacer todos los agravios de tiempos pasados. El pecador arrepentido ama celosamente a su Dios, aborreciendo cualquier cosa que le pueda hacer daño. La vindicación se refiere al cambio radical de haber vivido en injusticia, pasando a vivir para buscar la justicia.
El mundo nos enseña a protegernos a nosotros mismos, pero el creyente genuino debe anhelar protegerse del pecado, aunque eso le cueste mucho, incluso la vida (Mateo 5:29-30). Puede perder amistades, relaciones, bienes y mucho más, pero todo eso no importa, la integridad de su arrepentimiento es lo que debe trascender, demostrando pureza.
La tristeza que es según Dios obrada sobre Pedro después de haber negado tres veces a su Señor fue acompañada de arrepentimiento genuino y vida eterna en el cielo, mientras la tristeza que es según el mundo de Judas, el traidor, trascendió en un suicidio y eterna permanencia en el infierno.
Les deseo un día muy bendecido.