Pero primero el evangelio debe ser predicado a todas las naciones. Marcos 13:10 NBL
Queridos amigos, a los vándalos que salen a las calles a aterrorizar y destruir se los suele describir como una manada de ignorantes, en tiempos de paz suelen ser ovejas, que se convierten (temporalmente) en lobos rapaces por el influjo de las fuerzas del mal.
Pude ver un vídeo donde se pone a estos vándalos a la par de los agresivos simios que atacan a los humanos en el film “el planeta de los simios”. Una analogía que impresiona, aunque los simios reales no tienen la capacidad de rabia, odio, rencor, venganza y repudio como la del ser humano.
La ignorancia es muy peligrosa, pero debemos separar entre ignorantes de un tipo e ignorantes de otro tipo. Me viene a la memoria la historia de los mártires, generalmente personas sencillas e iletradas (ignorantes en un sentido), que eran enjuiciadas por su fe, y la sensación que éstos juicios daban, era que los jueces y los acusadores estaban en juicio, y no así los creyentes.
Por un lado existen los ignorantes iletrados y por otro los ignorantes letrados, en ambos grupos están los ignorantes de Dios. Me pregunto, ¿se encontrará entre los vándalos algún ignorante iletrado que conozca al Señor Jesucristo? Y si la respuesta que pensó mi amigo lector es “no”, la siguiente pregunta que hago es: ¿Por qué no?
Un verdadero seguidor de Cristo (comúnmente llamado cristiano, denominativo bastante devaluado entre los impíos de estos tiempos, no sin razón, y por cierto establecido por algunos no creyentes en Antioquía un tiempo después de la muerte de Jesús) tiene características específicas que lo conducen a anhelar ser obediente a su Señor, quien le ordena que sea amoroso, bondadoso, benevolente, justo, amante de la verdad, pacificador, manso, humilde, etcétera. Ante tal listado de condiciones que debe, desea y se esfuerza por cumplir, la respuesta es obvia, no, no será parte de ningún grupo agresivo.
Todo lo anterior me lleva a concluir la gran relevancia que tiene no ser ignorante de Dios. Pero antes de continuar quiero adentrarme en un punto más: muchos de aquellos que son estudiados, y que no saquean ni destruyen, pero también siguen como ovejas las tendencias del mundo, lo legalmente permitido y socialmente aceptable, que no es moralmente correcto, y va en contra de los preceptos del Dios Padre, porque también son ignorantes de Dios.
Se dice que lo que iguala a las personas es la educación, es una verdad aceptable, pues todos nacemos iguales, pero las condiciones son las que nos separan. Una forma de igualar es entonces la educación, que debería ir acompañada de dignidad, y razonables condiciones de alimentación, salubridad y salud, además del cumplimiento disciplinado de la ley del hombre por parte de todos. ¡Casi una utopía para nuestros países! Pero no se asusten.
Lo que en verdad iguala es el Evangelio, la genuina conversión al señorío de Jesucristo. De pronto los nacidos de nuevo son convertidos en hijos de Dios y por consiguiente en hermanos en Cristo. Como hermanos solo tienen las diferencias que siempre existirán entre hermanos en la carne, unos serán más talentosos que otros, habrá quienes sean más guapos, y los más trabajadores también, además de los diferentes tipos de carácter que Dios pone en cada una de sus criaturas.
La igualdad surge a partir de que todos comparten los mismos derechos y obligaciones impuestos por un ser inmutable, perfecto y justo. Derechos y obligaciones sujetos a la única y genuina verdad inmutable. Los creyentes están alineados en Cristo, y viven con pensamientos unánimes que los unen.
Pero hay algo más, es el profundo anhelo en el corazón del convertido de obedecer a su Rey y Señor, es un deseo que el hombre natural no tiene cuando debe cumplir la ley humana, especialmente cuando ésta no le conviene, solo el temor por la sanción lo mueve a obedecer.
¿Cómo alguien puede llegar a tal extremo? ¿Es esa la condición de un fanático? Ante la posición del hombre natural, no es de sorprenderse, que se vea a aquellas personas ansiosas por cumplir con la ley de Dios y también con la ley del hombre, que no va en contra de la ley de Dios, como fanáticos. ¿Quién puede ser tan tonto como para cumplir cosas que obviamente no le convienen o benefician? Solo un loco o un fanático.
Cuando el Espíritu Santo te regenera en espíritu también te abre los ojos y oídos espirituales para poder ver y oír. Esta apertura de los sentidos espirituales te lleva a comprender el valor de la verdad de Dios, te conduce a querer vivir según su justicia, ambas cosas indeseables para el hombre natural, pues él quiere vivir según su propia verdad y justicia.
El hombre regenerado empieza a ver todo desde una nueva perspectiva, la perspectiva de Dios y anhela seguirla, porque reconoce que su vida pasada estaba dominada por el pecado, algo que se evidencia como absolutamente indeseable después de conocer de la verdad y justicia de Dios. Es por eso que parece un fanático persiguiendo la obediencia a los preceptos de su Señor.
Los últimos tiempos se acercan, se vienen acercando desde la partida hace dos mil años de Jesús. Es una realidad visible a quienes conocen y confían en la Biblia, no se trata de asustar a nadie, menos de amenazar con una situación tan dramática.
Antes de la segunda venida de Cristo el Evangelio debe ser predicado a todas las naciones, para que personas de todas las naciones lo escuchen y puedan convertirse a Jesucristo, pues la fe llega por oír la Palabra de Dios.
Jesucristo murió en muerte sustituta por aquellos pecadores que en Él creen y declaran que Cristo es su Señor y salvador para someterse a su señorío como fieles siervos, haciendo su voluntad.
El arrepentimiento de pecados es imprescindible, pues sin él no existe conversión, lo cual implica un cambio radical de vida, el cual se genera a través de la regeneración espiritual y del nacimiento a vida nueva por el poder del Espíritu Santo.
El Evangelio es Cristo y Cristo es la buena nueva de vida. Él vino para morir a fin de que los que creen en Él puedan gozar de vida nueva y eterna.
Les deseo un día muy bendecido.