No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió. Josué 21:45 RVR1960
Queridos amigos, Dios al ser veraz al ciento por ciento no puede mentir (Números 23:19), por tanto, todo lo que promete cumple, incluso cuando sus “beneficiarios” aportan con mucho como para “desanimarlo” a que cumpla.
Él prometió liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y no solo eso, sino también darles tierras donde podrían asentarse y disfrutar de su libertad. Serían propias y muy buenas, porque fluiría leche y miel de ellas (1 Reyes 8:56).
Dios nunca deja de cumplir sus promesas, pero a su manera y tiempo perfectos. Israel tuvo que vagar por el desierto durante 40 años gracias a su pecado. Pero llegó el día en que los israelitas se apoderaron con la ayuda de Dios de Canaán, la tierra prometida. Las promesas de victoria y reposo fueron finalmente cumplidas.
Así como tuvieron que vivir vagando por el desierto por su necedad (pueblo de dura cerviz), los cananeos los dominaron después por su negligencia ante Dios, quien los castigó por idólatras y por seguir costumbres paganas. A pesar de todo ello, nada de lo bueno que había prometido fue incumplido, todo llegó en su debido tiempo.
En la historia del pueblo hebreo contamos con grandes ejemplos, que afianzan nuestra seguridad de que Dios cumple sus promesas. Su Palabra es segura, Él es fiel. Todo nacido de nuevo sabe por experiencia propia que es así. A través de la lectura de la Biblia podemos ir aprendiendo más y más sobre el cumplimiento de las promesas de Dios.
Él cumplió y sigue cumpliendo sus promesas. Bajo dicho contexto es mucho más fácil esperar confiadamente por aquellas que vendrán. Los cristianos verdaderos hacemos parte del pueblo del Israel espiritual, somos miembros de la casa de Israel y terminaremos, gracias a la promesa, en la Canaán celestial.
La presencia futura en la casa celestial de Dios de todos sus escogidos es segura gracias a su promesa. Fiel es Dios, por el cual los escogidos fueron llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor (1 Corintios 1:9).
Dios había prometido vida eterna para sus escogidos antes de la fundación del mundo, eso lo podemos leer en el libro de Tito: en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos (Tito 1:2).
Así que Dios ha hecho ambas cosas: la promesa y el juramento. Estas dos cosas no pueden cambiar, porque es imposible que Dios mienta. Por lo tanto, los que hemos acudido a Él en busca de refugio podemos estar bien confiados aferrándonos a la esperanza que está delante de nosotros (Hebreos 6:18).
Sabedores de su fidelidad no cejemos en nuestro afán de agradecerle a Dios por su misericordia y gracia. Pensando en que no tenemos nada en nosotros que pueda invitarlo a amarnos. A pesar de ello, el pone su mirada en nosotros para bendecirnos con su promesa de vida eterna.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.