No faltó palabra de todas las buenas promesas que Jehová había hecho a la casa de Israel; todo se cumplió. Josué 21:45
Queridos amigos, una quimera es un sueño que se persigue a pesar de ser muy poco probable que se cumpla.
Un ejemplo de quimera sería que un político electo democráticamente se despida de su gobierno habiendo cumplido todo lo que había prometido en su campaña y durante su gobierno. Para no creer, ¿verdad?
Muchos de nosotros vivimos de buenas intenciones, que las sentimos en el corazón, pero al final no las cumplimos, indiferente si es parte de la naturaleza del hombre, que sea simplemente cultural o simple y llana pereza, el punto es que no llevamos a cabo mucho de lo bueno que nos proponemos.
El único que no incumple lo que se propone y que demuestra que lo que promete cumple, es Jehová nuestro Todopoderoso y fiel Dios.
En este pasaje tenemos la confirmación del cumplimiento de las promesas que Jehová Dios había hecho al pueblo de Israel. Los había sacado del cautiverio en Egipto con gran demostración de poder, una señal absolutamente clara de que Él estaba de su lado, porque se trataba de su pueblo escogido.
Los israelitas demostraron, de manera suficiente, ser un pueblo de dura cerviz, desobediente e idolatra. Estaban dominados por sus corazones de piedra a pesar de haber visto las maravillas de Dios.
Jehová les perdono una y otra vez, y estuvo a punto de destruirlos, teniendo que interferir Moisés implorándole que no los exterminase.
Como cuando un padre tiene a una hija a quien ve como a la niña de sus ojos, la ama tanto que vive perdonándole su mal carácter, caprichos y desaires. Claro que Dios de ninguna manera es comparable a cualquier padre y su obrar no se sustenta en la misma base del humano. Sin embargo parecería que Dios obra de esa manera con sus escogidos.
Los desobedientes hebreos vieron en repetidas veces cómo Jehová desató su furor y también perdonó la vida, no obstante haber vivido el poder de Dios, seguían ciegos y sordos a la verdad.
Esto fue lo que motivó a Dios a dejarlos deambular por el desierto durante cuarenta años, donde muchos desconfiaron de la fidelidad del Creador. Finalmente, después de tan largo tiempo a la vista del hombre, Jehová cumplió su promesa y permitió que se apropiaran de las mejores tierras, donde fluía leche y miel.
Estas tierras estaban habitadas por pueblos grandes en número y bien preparados para la guerra. Jehová le dijo a su pueblo que no tuvieran miedo, que el combatiría con ellos y que el enemigo llegaría por un camino y huiría por siete, y así fue, el ejército israelita fue exterminando a todos esos pueblos y fue habitando en sus prósperas tierras.
De esa manera Jehová dio al pueblo hebreo toda la tierra que había jurado dar a sus padres, e Israel la poseyó y habitó en ella. El Dios fiel les dio reposo, de acuerdo a todo lo que había jurado a sus padres; y ninguno de todos sus terribles enemigos pudo hacerles frente, porque Jehová se los entregó a todos en sus manos.
Nada de lo que Jehová había prometido a la casa de Israel dejó de cumplirse. Nosotros los creyentes también vivimos aferrados a promesas incluso más hermosas que las de poseer tierras buenas y prósperas. Dios nos promete prosperidad eterna a su lado, una vez que dejemos este valle de lágrimas en el que vivimos. ¿Quién como Jehová, nuestro Creador y Todopoderoso Padre celestial?
Les deseo un día muy bendecido.