Mejor es confiar en Jehová Que confiar en el hombre. Salmos 118:8
Queridos amigos, “mejor es confiar en Dios, que confiar en el hombre” es un aforismo pensado por Dios mismo. Sin lugar a dudas es un pensamiento generalmente aceptado por quienes conocen los atributos de Dios.
Pero llegado el momento el hombre prefiere confiar en sí mismo, porque no está dispuesto a esperar en Dios. El inmediatismo es uno de los grandes males que aqueja al hombre y se interpone entre Dios y él.
Los impíos, que se declaran creyentes, aceptan el aforismo como una verdad, porque saben que Dios es perfecto, bueno y fiel, pero la falta de regeneración espiritual en ellos conduce a que su confianza sea limitada y terminen por hacer lo que sus corazones engañosos les ordenan, poniendo su confianza en el hombre.
Incluso entre los convertidos se puede evidenciar la falta de confianza ante las promesas de Dios. La tentación de obrar en la propia fuerza es grande y en muchos casos suele vencer.
Un hombre hecho grande por Dios fue Abraham, quien recibió promesas extraordinarias, sin embargo, su fe no le alcanzó para esperar en Dios y decidió darle una “pequeña ayuda” fornicando con Agar para que ella concibiese el hijo prometido, que tanto esperaba. Su falta de confianza lo condujo a pecar, y su pecado tiene consecuencias para la humanidad hasta el día de hoy (Génesis 16).
Otro ejemplo de falta de confianza lo tenemos en Jacob, el nieto de Abraham, quien forzó la consecución de la promesa a través de actos pecaminosos, tales como comprar la primogenitura aprovechándose de la debilidad de su hermano, y conseguir la bendición de Isaac a través del engaño y la mentira. De igual manera tuvo que sufrir las duras consecuencias de su pecado (Génesis 27).
En ambos ejemplos, Dios no dijo: “pecaron, así que me retracto de mis promesas”. La promesa de un hijo para Abraham se cumplió con el nacimiento de Isaac, y la promesa de que el mayor serviría al menor se cumplió con la deliberada bendición de Isaac a su hijo Jacob, y tiempo después Dios obró cambiando de nombre a Jacob por el de Israel.
No importa lo que el hombre haga, la fidelidad de Dios es inquebrantable, por tanto, siempre cumple con las promesas que realiza. El problema para el hombre es que no puede discernir los tiempos perfectos de Dios y empieza a impacientarse e incluso desesperarse cuando el cumplimiento de la promesa se tarda.
Es probable que Dios quiera poner a prueba los corazones impacientes de aquellos que son bendecidos con sus promesas. Desea ver corazones entregados en total confianza a Él, corazones munidos de paciencia gracias a la fe en Él, corazones que no caigan ante la tentación de adelantar los eventos y que vivan dedicados a la oración en la que abunda el pedido por paciencia y confianza para con Dios.
No necesitamos ayudar en nada a Dios, Él es el Todopoderoso y nuestra imaginación no es suficiente como para interponerse entre nosotros y su impredecibilidad. Debemos confiar plenamente en Él, pues su perfección siempre logra lo mejor posible para sus seguidores genuinos, convencidos a ciencia cierta de que “lo mejor posible” para Dios es sólo y únicamente lo perfecto.
Confiemos en su santa y divina bondad, y en su invariable fidelidad. Nunca olvidemos que Dios en su inmutabilidad no es como los hombres que cambiamos de parecer de acuerdo a las condiciones que se les presentan.
No dudemos en lo más mínimo al momento de depositar por completo nuestra confianza en Dios, oremos para que Él nos acompañe y nos ayude a salir triunfadores de la difícil y larga batalla de la confianza.
Les deseo un día muy bendecido.