Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores prestan a los pecadores, para recibir otro tanto. Lucas 6:31-34 RVR1960
Queridos amigos, la mayor parte de las personas entiende el término amor como el mundo lo acuña y no como Dios lo define.
La definición más conocida por una gran mayoría de las personas es que el amor es un conjunto de sentimientos que ligan a una persona a otra a través del afecto y del apego, que puede conllevar sentimientos de bondad y hasta compasión, se demuestra amor por aquello que es especialmente querido. Podemos observar que se trata de una definición orientada a satisfacer el ego de las personas, porque se centra en el yo.
En tanto que el amor de Cristo Jesús está centrado en que el ego del que ama muera para que sea la persona amada quien viva a través de su amor.
Para entender estas enseñanzas en el mismo sentido que Jesús las presenta es necesario estar fundados en la fe del amor de Cristo. En otras palabras es necesario haber recibido el don de fe para creer en Jesús como Señor y salvador y desear en lo más profundo de nuestro ser pasar esta vida viviendo en obediencia.
Ya lo dijo el apóstol Pablo en 1 de Corintios 13:4-7: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.”
Qué posición tan contraría al amor del mundo, que se centra en amar al que te ama, hacer el bien a quien te hace bien y apoyar a quien te apoya.
Es preciso haber sido lavados con la sangre de Jesucristo para entender lo equivocado de la posición del mundo, porque solo a través de esa bendición es posible conocer la dimensión de su misericordia y el inmenso amor que existe en Él.
Los creyentes somos capacitados por el Espíritu Santo para reconocer nuestra maldad, por lo que en función a la dimensión de nuestra maldad nos podemos dar cuenta de la dimensión de la misericordia de Dios.
Si Dios tuvo tanta misericordia de sus convertidos será posible que éstos no tengan misericordia del que no les ama, del que les hace mal, de quien no les extienden una mano cuando la necesitan?
Los que han sido bendecidos con la gracia pueden decir con toda sinceridad que anhelan hacer lo que Dios les pide, buscan actuar con misericordia y amor, y están dispuestos a amar a su enemigo, a devolver bien por mal y a dar sin pedir devuelto. Es maravilloso observar cómo actúa el poder de Dios sobre sus siervos.
Les deseo un lindo día, bendecido por la presencia de Dios en sus vidas.