Porque me consumió el celo de tu casa; Y los denuestos de los que te vituperaban cayeron sobre mí. Salmos 69:9 RVR1960
Queridos amigos, una de las evidencias de una conversión genuina es el celo del nacido de nuevo por las cosas de Dios.
El celo, en este caso, es un interés genuino, ardiente y activo por defender y preservar todo lo concerniente a Dios, especialmente su gloria.
Envidia santa de los creyentes cuando observan a los fanáticos del fútbol demostrando un celo único por su equipo sin siquiera saber con claridad el por qué. Un celo similar es el que me gustaría ver en muchos de mis hermanos, quienes no deben avergonzarse de su maravilloso Dios.
El denuesto es una expresión o palabra que se emplea para insultar. En tanto que el vituperio es una muestra de censura o desaprobación muy dura que hace una persona contra otra. Los fariseos desaprobaban con mucha dureza (vituperaban) las doctrinas de Cristo y sus insultos (denuestos) caían con fuerza sobre nuestro Señor.
Este pasaje del salmo hace alusión a lo que el rey David estaba viviendo, llevaba la pesada carga de la persecución de sus odiadores sobre los hombros, sin embargo, estas palabras se aplican de mejor manera al Redentor. Observamos una vez más un contenido profético del Antiguo Testamento, el salmista describió detalles que tendrían su cumplimiento mucho tiempo después en Jesucristo.
Tanto el apóstol Juan como el apóstol Pablo hacen alusión a este versículo en el Nuevo Testamento, para decir que realmente se cumplió en el Mesías.
Juan habla sobre la primera parte del verso en relación al celo (Juan 2:17), que Jesús mostró cuando despejó el templo de todos los comerciantes.
En tanto que Pablo se refiere al pasaje cuando hace especial hincapié en que el Señor vino para edificar y ayudar a otros y no le importó recibir insultos (Romanos 15:3).
Las Escrituras están para darnos ánimo y esperanza, mientras esperamos con paciencia el cumplimiento de las promesas de Dios.
Nos queda analizar, por qué sufrió nuestro Señor Jesús de tal manera, por qué demostró tal entrega. En obediencia, le era necesario satisfacer la demanda del Dios Padre a través del derramamiento de su preciosa sangre y con ello pagar por la inconmensurable deuda por los pecados de aquellos que en Él creen.
Si ante tal muestra de amor no sentimos infinita gratitud ni gran humillación por nuestros pecados que le llevaron a la cruz, significa que debemos arrepentirnos y convertirnos. Caso contrario nos queda vivir para su majestuosa gloria.
Entreguémonos a Cristo para que cuando seamos vituperados con denuesto nos sintamos protegidos y no tengamos amargura en el corazón, sino el maravilloso gozo que acompaña a su gracia.
Les deseo a cada uno de ustedes un día de bendición especial.