Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas. Marcos 11:25-26 RVR1960
Queridos amigos, he oído de personas que se auto denominan creyentes, que decían que jamás irían a perdonar tal o cual cosa, o que nunca podrían perdonar la ofensa de una persona en específico.
Expresaban sus sentimientos negativos con amargura, mientras admitían que sabían que el perdonar es una exigencia fundamental para los hijos de Dios.
Esa es la triste condición de quienes solo poseen fe intelectual, reconocen que Cristo es Señor y salvador, pero no pueden llegar a discernir el profundo significado de ser siervos de ese Señor.
Este tipo de personas por lo general dice que no hay que irse a los extremos, identifican al camino del medio como el adecuado, y caminan por la mitad del camino ancho que lleva a la perdición. A pesar de que demuestran un cierto grado de piedad, el mundo les sigue pareciendo atractivo.
Por otro lado, están los creyentes cuyo corazón debe ser ablandado por Dios para llegar a perdonar. La oración es el instrumento eficaz para conseguir perdonar a alguien, el creyente que tiene dificultad para perdonar a su prójimo debe someterse a la voluntad del Padre pidiéndole en oración que le ayude a ser obediente.
El apóstol Pablo exhorta a la iglesia de Colosas diciéndoles que se comporten como si fueran hijos de Dios, que caminen en santidad, que sean misericordiosos los unos con los otros, siendo benignos, humildes y pacientes. Les pide que se soporten unos a otros y que sobre todo se perdonen unos a otros (Colosenses 3:12-13).
Jesús nos enseña que debemos perdonar para que de la misma forma el Padre celestial nos perdone en el cielo. Es duro cuando el Señor nos condiciona a perdonar para ser perdonados.
La buena noticia la encontramos en las palabras de Pablo: De la manera que Cristo les perdonó, así también háganlo ustedes (Colosenses 3:13).
El creyente verdadero ya recibió el perdón de Dios, lo cual implica haber sido justificado después de haber sido bendecido con el don de gracia. Las palabras de Pablo son una reflexión profunda para el convertido, parafraseando: ¿cómo podrías dejar de perdonar a tu prójimo, si tú, gran pecador, fuiste perdonado de toda tu maldad e inmundicia?
Queda claro que la actitud del creyente debe ser la de perdonar a todos sus deudores, sean estos píos o impíos. Con mayor motivo debe perdonar al hermano porque el Señor quiere que los hermanos en Cristo seamos de un mismo sentir.
El perdón que el creyente otorga debe ser integral, perdonando tanto los pecados contra él como los simples disgustos. Para incrementar la probabilidad de que nuestras oraciones sean oídas, debemos incluir en ellas la fe y el perdón como ingredientes indispensables. Les deseo un día muy bendecido