El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Mateo 24:35
Queridos amigos, recientemente murió mi jefe, fueron momentos de tristeza y de meditación. Una vez más pude constatar lo poco que somos y lo mucho que nos creemos, al final somos solo polvo, de ahí procedemos y ahí terminamos.
Recuerdo a mi padre con mucho cariño, un hombre probo y recto a los ojos de los hombres, conocido por los círculos sociales de su época, sin embargo será muy poco recordado por las próximas generaciones y finalmente desaparecerá en el olvido.
De la misma manera las cosas físicas son perecederas, aunque parezca que nos sobrevivirán eternamente, la Palabra dice que algún día, que solo el Dios Padre lo conoce, todo nuestro mundo acabará, por lo tanto habrá un fin del mundo, específicamente cuando Jesucristo retorne en su segunda venida.
Está dentro de la naturaleza humana preciar lo material, al hombre le gusta soñar con ser rico y tener posesiones de todo tipo. Comer, beber, viajar y disfrutar de lujos es el sueño dorado de muchos. El enfoque bajo el cual vive el hombre es demasiado material y muy poco espiritual, aunque muchos se digan espirituales porque buscan alejarse del materialismo, no lo son según Dios.
Tarde o temprano quienes optaron por vivir bajo los principios del mundo se lamentarán, verán a Cristo Jesús en todo su poder y esplendor, y querrán que el tiempo retroceda, pero será demasiado tarde. Su lloro y desesperación no pasarán nunca más.
Ahora es el momento de buscar a Dios, para que cuando el Señor se manifieste la sorpresa sea de gozo, con lágrimas, pero de alegría.
Busquemos lo que nunca pasará, hagamos que la Palabra de Dios sea parte de nuestro ser, como lo dijo el apóstol Pablo en Colosenses 3:16 «la Palabra de Cristo (que no pasará) moré en abundancia en vosotros».
Que nuestro todopoderoso Dios les otorgue grandes bendiciones espirituales.