Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. Marcos 8:38
Queridos amigos, en la sociedad en la que vivo existen grandes brechas entre los diferentes estratos socio económicos y en algunas ocasiones he podido observar cómo algunas personas que se jactan de ser superiores, pero que desean mostrar un buen corazón, se avergüenzan si son sorprendidas compartiendo con alguien de clase social inferior.
Es muy humillante para la persona sobre la cual recae la vergüenza del otro al ver su reacción, se suele generar un cambio radical de actitud, de un estado amigable se pasa a una actitud displicente y distante.
De la misma manera debo admitir que en alguna ocasión he preferido evitar decir que soy cristiano, lo cual también es una forma de avergonzarse de Cristo, situación que me ha llevado a arrepentimiento y a pedir perdón.
Muchos se avergüenzan de sus padres, ya sea porque no tienen la educación, la prestancia o los modales que los hijos quisieran mostrar.
En este caso los que se avergüenzan de Cristo son los que consideran que sus palabras están fuera de todo contexto y lógica porque los confrontan y los ofenden. Son personas que rechazan vehementemente las demandas exigidas a un seguidor de Cristo porque son locura a sus ojos.
Se trata de personas que dicen querer ser discípulos de Jesucristo pero cuando son confrontadas con su verdad la rechazan y prueban de esa manera que no son convertidos verdaderos porque en realidad se están avergonzando de Él.
Son las personas que siguen de las Sagradas Escrituras lo que a ellas les parece coherente, hasta que llega una demanda que se sale del marco que su propia maldad define y rechazan la verdad que les reta y terminan por ofenderse.
Pongo algunos ejemplos de verdades de Dios que hacen que las personas se avergüencen de Cristo y tomen la decisión de darle las espaldas: cuando se habla del yugo desigual, cuando se toca la fornicación o el adulterio, cuando el pecado de la homosexualidad es tema de conversación, cuando se habla de que hay que llegar puro al matrimonio, cuando la exigencia de obediencia se torna demasiado pesada, cuando tal o cual acción no son para la gloria de Dios y así sucesivamente.
Debo reconocer que yo era parte activa de la generación adúltera y pecadora hasta que el Señor por su misericordia y gracia me sacó de ella. No que ahora me considere un santurrón que no peca, porque sigo viviendo en mi cuerpo físico y lamentablemente sigo pecando y me sigo arrepintiendo y sigo pidiendo perdón, pero también busco con ahínco vivir en santidad.
Vivo aferrado a la promesa de Dios de que el perfeccionará a sus hijos, lo cual me da aliento para desear y esforzarme por vivir en obediencia a todos sus preceptos, entendiendo que todo lo que viene de Dios es perfecto, incluso la demanda más incoherente a nuestros ojos.
Quiera Dios bendecirnos con su gracia para despertar el anhelo en nuestros corazones de vivir de acuerdo a su voluntad para que no seamos aquellos de quienes Jesucristo se avergüence en el día de su segunda venida.
Les deseo un día brillante y bendecido.