La justicia engrandece a la nación; Mas el pecado es afrenta de las naciones. Proverbios 14:34 RVR1960
Queridos amigos, ¿qué relevancia tiene ser de izquierda, de derecha o de cualquier otra abstracción si el temor de Dios no está en el corazón?
Durante los hechos de octubre de 2019 en mi país Bolivia observé a algunos políticos esgrimir la Biblia delante del pueblo y decir que volvió a ingresar a la casa de gobierno, después de haber sido vilmente despreciada. Parte de la masa vio este hecho como algo muy noble y por supuesto, quiero creer, se persignaron tres veces en reconocimiento.
Dios habría salido del Palacio Quemado, bajo ese nombre se conoce a la casa de gobierno de Bolivia, durante el régimen izquierdista que gobernó el país durante 14 años. Se supondría que volvió con el nuevo gobierno, que se dedicó a realizar cultos matutinos y envió helicópteros para bendecir al pueblo.
Es una pena que los políticos utilicen la religión como bandera para manifestar que son mejores. También utilizaron la Biblia como instrumento simbólico para afirmar que Dios estaba con ellos. La Palabra enseña que Dios es quien quita y pone a los gobernantes (Romanos 13:1) y también cambia los tiempos y las edades (Daniel 2:21).
Para reafirmar que las autoridades son puestas por Dios veamos las palabras de nuestro Señor en el evangelio del apóstol Juan: Jesús respondió: Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba (Juan 19:11).
El creyente genuino nunca manifestará ser mejor que nadie, ni siquiera ante el más recalcitrante de los dictadores. Las características que distinguen a los verdaderos convertidos son aquellas que se describen en la Biblia, tales como la firme fe en su Señor, el amor por el prójimo, humildad por saber que nada merece, el gozo en su Señor Jesucristo, paz en el corazón, paciencia ante su prójimo y sus circunstancias, dominio propio y trato amable hacia las personas.
Lamentablemente los atributos del cristiano verdadero no conjugan con las características visibles de aquellos que están en el ámbito político. Al ser así, los que se declaran seguidores de Cristo y están políticamente activos solo son entusiastas de Dios hasta donde les conviene.
Me pregunto, qué político no será mentiroso cuando es necesario para el cumplimiento del fin, o quizás perdone a un infiltrado que le causó daño, tal como amó Jesús a los que estaban con Él, incluido Judas. O quién sabe si se podrá resistir a las presiones de sus correligionarios, ya sea para otorgar prebendas o simplemente para compartir con ellos de acuerdo a sus costumbres.
Si el político tiene un comportamiento de creyente genuino no aguantará mucho tiempo en el cargo. Tenemos a un candidato que se dice cristiano reformado, apenas mostró el comportamiento que exige Dios en su Palabra una gran mayoría se sintió ofendida y lo tildó de loco y fanático.
Jesucristo en ningún momento de su vida impuso su doctrina, y tampoco la impone ahora, aunque por su poder podría someter a todos sin mayor esfuerzo y llevarlos a afirmar que creen en Él, como vi actuar a un gánster en una serie de TV. De igual manera el creyente genuino solo debe actuar bajo el amor y la misericordia con el prójimo, sabiendo que recibirá rechazo por parte de muchos.
Las grandes cruzadas del hombre en nombre de Dios solo son obra humana por intereses humanos. La conversión a la fuerza es un deleite para Satanás, pues no genera otra cosa que rebeldía. Solo el poder de Dios puede llevar al hombre muerto en delitos y pecados a vida nueva.
La justicia engrandece a cualquier nación, quiere decir que si se obra bajo cánones de piedad y santidad, es decir haciendo la voluntad de Dios según su verdad, la honestidad y el buen trabajo serán la tónica en el país. Sin embargo, el pecado es su afrenta, es decir, que cada uno hace lo que mejor le conviene sin ningún temor de Dios, llevando a su patria a un estado de vergüenza.
La justicia colectiva puede afectar de buena manera en el entorno donde se aplica, por ejemplo, en una empresa donde la cultura está orientada hacia el cumplimiento de las normas internas y de la ley, y además existe un sentido de hacer bien las cosas, el beneficio es colectivo. Lamentablemente eso no es aplicable a la nación, porque en estos tiempos hasta los países extranjeros se involucran activamente en temas internos, y los detractores con afán de poder se ocupan de horadar lo bueno que otro está haciendo.
Pensar que un nuevo político va a conseguir satisfacer los deseos populares es una utopía. Creer que solucionará los problemas de la nación es como pedirle peras al olmo. En Eclesiastés se nos da una pauta: No tenía fin la muchedumbre del pueblo que le seguía; sin embargo, los que vengan después tampoco estarán contentos de él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu (Eclesiastés 4:16).
Pongamos nuestra confianza solo en Dios, Él es inmutable, verdadero y justo. Lo ideal es que todos nos sometamos a su gobierno.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R