Mi Dios eres tú, y te alabaré; Dios mío, te exaltaré. Alabad a Jehová, porque él es bueno; Porque para siempre es su misericordia. Salmo 118:28-29 RVR 1960.
Queridos amigos, ¿con cuánta certeza podemos afirmar lo que el salmista afirma con todas sus fuerzas?
¿Cómo puedo estar tan seguro que Jehová es mi Dios?
Existe el concepto de que Jehová, el Dios de la Biblia, es Dios de todos, y así es. Sin embargo, cabe realizar una importante distinción: es creador de todos y de todo, pero no es Padre de todos.
De criaturas de Dios que somos todos los humanos para convertirnos en hijos de Dios debemos entablar una relación con Él.
Para eso es imprescindible llegar a conocerle.
No todas sus criaturas le conocen o le reconocen como Dios todopoderoso creador de todas las cosas.
Si no conoces a alguien es imposible que puedas tener una relación con él y el cristianismo se trata de eso, de llegar a conocer a Jesucristo y de sostener una relación con Él.
¿Cómo llego a conocer a Dios?
El primer paso indispensable es reconocer a Jesucristo como tu Señor y salvador.
Para llegar a ese punto es necesario haber sido bendecido con el don de fe, y la fe llega por el oír el Evangelio, es decir las buenas nuevas.
Es por eso que muchos cristianos se ocupan con ahínco en la actividad de evangelización, es una gran muestra de amor por el prójimo.
Su interés es el de ser usados por Dios como instrumentos de conversión.
Normalmente son vistos por el mundo como personas cargosas y fanáticas, lo que el mundo no conoce es el poder de la palabra de Dios.
Gracias a la misericordia y gracia de Dios es que estas personas pueden hablar de Él.
Fue Dios mismo quien les abrió los ojos y oídos espirituales para entender de verdad el contenido de las sagradas escrituras y la relevancia de servirle.
Para conocer a Dios es también muy necesario leer su palabra y acercarse a Él en oración.
Finalmente, el que conoce a Dios se reconoce como su siervo y anhela servirle en obediencia a sus preceptos.
Sin todos los elementos descritos no es posible conocer a Dios y menos tener comunión con Él.
Los que han sido bendecidos con su bendita gracia son los que se pueden llamar hijos de Dios, se trata de los convertidos, en los cuales se puede y debe ver un cambio radical en su forma de pensar, actuar y vivir.
Son personas que se gozan hablando del Señor, incluso por largas horas y lo más importante es su gran anhelo de vivir en obediencia, como servidores de Cristo.
Alabemos al gran Creador por sus maravillas, especialmente por su gracia y misericordia.
Exaltémosle por su poder y bondad, ¿quién como Él?
Les deseo un día muy bendecido y que Dios les guarde.