Bienaventurado el que tú escogieres y atrajeres a ti, Para que habite en tus atrios; Seremos saciados del bien de tu casa, De tu santo templo. Salmos 65:4 RVR1960
Queridos amigos, nadie está tan lleno de pecados o tiene pecados tan grandes como para no poder ser perdonado.
En mi diario vivir observo a la gente, sin el afán de juzgarlos, y veo que sus pecados no hacen mayor mella en ellos. Por supuesto que no puedo ver sus corazones, pero por su manera de expresarse y conducirse es posible deducir lo mencionado.
El que se siente abrumado por sus pecados tiene una consciencia muy desarrollada o cuenta con la bendición de gracia de Dios.
La sangre derramada de Jesucristo es suficiente para lavar cualquier pecado no importando su magnitud. Sin bien no existe un pecado tan cuantioso que no pueda ser perdonado, no todos los humanos reciben el perdón de sus pecados de Dios y deberán someterse al justo juicio que le corresponde a todo pecador.
El perdón que Dios ofrece no está dirigido a la humanidad entera, porque el hombre natural no quiere saber nada de Dios, menos desea tener una relación con Él. Esto se sustenta en palabras bíblicas inspiradas por el Espíritu Santo expresadas por el apóstol Pablo, quien decía que no hay quien busque a Dios, porque nadie tiene el entendimiento o discernimiento para hacerlo (Romanos 3:11).
El motivo para tal rechazo se encuentra en la condición caída del humano, quien no está dispuesto a hacer lo que Dios quiere, pues le parece repulsivo hacerlo. Hay quienes insisten en que caminan con Dios, sin embargo, al recibir un poco más de presión de la que quieren aguantar, indican que no hay que exagerar y menos ser fanático.
No se puede estar con Dios a medias tintas, quien diga estar con Él en dicha condición, en realidad no está con Él. Cuando se tiene de verdad a Dios en el corazón nada de Sus cosas suenan o parecen exageradas, discernirlas y vivirlas es más bien motivo de gozo.
Para que el perfecto plan de Dios se cumpla es entonces imperioso que Él mismo intervenga, pues sin su intervención nadie haría nada para buscarle y todos estarían destinados a sucumbir en el infierno. Es preciso no confundir la religiosidad del humano con la espiritualidad necesaria para mantener una relación con Dios.
En ese sentido es Dios quien define a quien bendecir con su gracia, es decir a quien Él escoge y atrae hacia sí. La Palabra nos enseña que podemos acercarnos a Él porque Él se acercó primero. Para creer genuinamente en que Jesucristo es el Señor y salvador no es suficiente la fe intelectual que puede tener el hombre natural, se requiere de fe salvadora, la cual es un regalo de Dios para sus escogidos.
Ya en el Antiguo Testamento Jehová fue claro con Moises al decirle que él tendría misericordia de quien él quisiera tener misericordia (Éxodo 33:19). Para muchos es difícil aceptar la soberanía de Dios, y quieren sustentar sus ideas propias basándose en la bondad de Dios sin tener en cuenta su justicia.
Bienaventurados los que son bendecidos con su gracia salvadora, porque no solo serán salvos del infierno y la muerte eterna, sino que tendrán la gloriosa oportunidad de vivir eternamente en los atrios de Su casa, saciados de Su bien.
Les deseo un día iluminado por la luz de Jesucristo, nuestro Señor.