Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; Hebreos 7:26 RVR1960
Queridos amigos, cuanta bendición para los que viven después de la venida del Señor Jesucristo, no que los anteriores a su venida no fuesen bendecidos, pero antes de su llegada el pueblo estaba en manos de un sumo sacerdote humano pecador, que intercedía por el perdón de pecados en ocasiones puntuales.
Como nuestro Sumo Sacerdote, Cristo intercede ante el Padre de modo permanente. El sacerdote humano estaba destinado a morir algún día y su intercesión no era suficiente por su misma condición humana, en tanto que, Cristo es eterno y suficiente intercesor.
Dios dispuso que durante un tiempo existiera el sacerdocio levítico a cargo de humanos, pero después decidió reemplazarlo por el Sumo Sacerdocio de Jesucristo. El pacto mosaico por el cual los sacerdotes levitas eran nombrados también fue reemplazado, entrando de esa manera una nueva dispensación en vigor.
Los rituales externos de índole carnal se han convertido en cosas del pasado, pues sirvieron a los propósitos de Dios de manera temporal, y han sido sustituidos por el Sacerdocio de Cristo, que se ocupa de lo interno, del corazón.
El propósito temporal de Dios fue para con su pueblo escogido Israel. Ahora, su nuevo pueblo, la Iglesia, vive bajo un propósito sempiterno, diseñado para siempre, un orden inamovible y permanente, con un Sumo Sacerdote a la cabeza de características inmutables y eternas, además de haber entrado, por gracia, en una relación indisoluble con Él.
No hay ser que convenga más en el universo que Jesucristo para guiar como Sumo Sacerdote. Por naturaleza es libre de pecado, nada hay en su ser que pueda conducirlo a pecar, tampoco puede ser tentado, por lo tanto, no tiene ni la más pequeña inclinación hacia el pecado.
Hasta en el mejor del los cristianos habita algo de pecado, sin embargo, Cristo Jesús es completamente libre e inocente de toda maldad. Durante su pasar por este mundo jamás cometió pecado, nunca habló nada inapropiado ni siquiera pensó en algo que pudiera mínimamente conducir a pecado. Aunque anduvo con pecadores se mantuvo irreprensible e incorruptible, tal como fuera antes y será después.
Nos mostró una vida inmaculada, muestra suficiente para confiar en su maravillosa perfección y tener toda la certeza de que es Santo, Santo, Santo, infinitamente Santo. Es tan limpio y puro que su sola presencia limpia los corazones. En su corazón moran el amor, la misericordia y la bondad, y no hay cabida para el odio, la maldad o la impiedad.
Como no tiene mancha ni maldad ni pecado sobre sí mismo se puede acercar libremente al Dios Padre para interceder por los pecadores. Aunque se hizo completamente hombre se mantuvo distinto, pues venció todas las tentaciones y no cayó en pecado.
Fue hombre perfecto en la tierra, pero además fue hecho más sublime en los cielos, es decir que es exaltado a la diestra del Dios Padre. De modo que su sacerdocio es infinitamente superior al de los levitas.
En la práctica es costoso mantenerse puro y alejado del pecado, es más, el cristiano peca a solas y juntamente con otros. Ese es el motivo para que impíos juzguen a los creyentes genuinos encarándolos con la pregunta: “¿qué clase de cristiano eres?”
Es doloroso pero no basta como para desmayar, pues es suficiente ir a Dios en el nombre de su amado Hijo Jesucristo, quien está con el creyente verdadero en las buenas y las malas, lo consuela y acompaña en su dolor y tribulación, y estará con él en y por la eternidad.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.