Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.” Lucas 12:5 RVR1960
Queridos amigos, en un viaje aéreo que realizaba, mi compañera de asiento se sentó sobre su cinturón de seguridad y tomó el mío por equivocación.
Le manifesté que estaba utilizando mi cinturón y se molestó bajo la certeza de que estaba haciendo lo correcto, más allá de su respuesta soez. Tuve que insistirle para que se pusiera de pie y para mi satisfacción se demostró que estaba sentada sobre su cinturón.
Durante todo el viaje no volteó a mirarme, seguramente su posición de poder no le permitía tal humillación. Intuyo que se trataba de alguna funcionaria importante del ministerio de gobierno, porque llevaba documentos con el rótulo del mencionado ministerio y su actitud no era para menos.
En épocas de represión (y éstas lo son, aunque de manera solapada y mucho menos violenta), el ministerio de gobierno se destacó por generar temor entre quienes no le hacían la venia al gobierno de turno. Por tanto, había que respetar y temer a sus funcionarios con su visión política.
El más fuerte siempre está en la posición de poder infundir temor, el miedo se genera a causa de un posible sufrimiento, ya sea físico o psicológico. Se pueden perder desde el trabajo, la dignidad, las posesiones terrenales hasta la vida y todo esto siempre con dolor para el afectado.
A pesar de algo tan grave, la Biblia nos enseña que los temores terrenales son pasajeros e intrascendentes, incluso la muerte física, comparados con el temor de estar perdidos por toda la eternidad, porque hay alguien que tiene el poder para matar para siempre, no como aquellos que hasta pueden llegar a matar el cuerpo, pero nada más pueden hacer.
No imaginemos una muerte eterna donde la nada persiste y por tanto nada hay, más bien se trata de la segunda muerte, es decir la muerte espiritual, donde el muerto espiritualmente sufre por sus transgresiones en el lago de fuego y azufre por las eternidades.
Al único al que el cristiano debe temer es a Dios y a nadie más. Con seguridad da mucho miedo estar en manos de un asesino, sin embargo, cualquier cosa que pueda suceder es porque Dios lo permite, y Él jamás busca el mal para sus hijos, Él más bien cuida de ellos.
Se conoce que muchos murieron como mártires en muertes horrendas, sin embargo, podemos estar completamente seguros que el gozo de estar al lado de Dios supera con creces el sufrimiento físico que hayan podido tener.
El hombre moderno le da un altísimo valor a la vida física, de ahí el culto al físico, la gente se la pasa buena parte de su tiempo pensando en su estado de salud, viendo qué debe y no debe comer y desarrollando su físico, si no atractivo, por lo menos saludable. Esto no está tan mal si no se convierte en idolatría…
Constatamos que la mayoría de la gente le da un alto valor a la vida física y un ínfimo valor a la vida espiritual, aunque muchos se jacten de seguir algo espiritual. Debemos temer a Dios con máxima reverencia ante su majestad y santidad.
Que nuestra fe en Jesucristo sea tal, que cuando nos encontremos en situaciones extremas, en vez de sumirnos en el terror de sufrir o morir, podamos tener presente a nuestro Rey y Salvador en nuestras oraciones para que nos infunda valor.
Les deseo un día muy bendecido.