Pero Dios, con su poder, arrastra a los poderosos; cuando él se levanta, nadie tiene segura la vida. Dios los deja sentirse seguros, pero no les quita la vista de encima. Por algún tiempo son exaltados, pero luego dejan de existir; son humillados y recogidos como hierba, ¡son cortados como espigas! Job 24:22-24 NVI
Queridos amigos, Dios reclama que nos sujetemos al principio de autoridad, pero no exige que nos sujetemos a los designios de todo gobernante o autoridad sin ejercer un sano juicio basado en la verdad.
Los poderosos, en este caso los gobernantes, van y vienen, unos duran más tiempo en el poder que otros, pero a todos les llega su turno de salir por más que se aferren a su mandato, de esa manera se cumple lo escrito en la Palabra: todos son exaltados, luego son humillados dejando de existir.
Existen gobernantes percibidos como buenos para sus seguidores y como malos para sus detractores. Ninguno es tan bueno como para no ser recogido como hierba o cortado como espiga, es decir como para no recibir su merecido castigo, especialmente si no se arrepiente de sus pecados y se convierte a Dios.
El apóstol Pablo escribió en la epístola a los Romanos 13:1: Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas.
Sin lugar a dudas este mandato ha llevado a que muchos creyentes se sometan a la autoridad de sus gobernantes por el solo hecho de que desean ser obedientes a su Señor. Especialmente porque el siguiente versículo es claro: Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos (Romanos 13:2).
El razonamiento detrás de estos versículos sería que tenemos el mandato divino de someternos a los gobernantes sin importar si son píos o impíos, buenos o malos, déspotas o no, violentos o pacíficos, corruptos u honestos, seguidores de la justicia del hombre o no. Si estos han sido establecidos por Dios es necesario someterse a ellos. Ejercer resistencia hacia ellos implicaría ir en contra de lo establecido por Dios, y por tanto acarrearía condenación.
Para el impío esta forma de ver las cosas es locura. Por eso que muchos cristianos liberales tuercen la Palabra a su favor y dicen que la traducción de las versiones modernas sería mala, pues no se refiere a autoridades en específico sino más bien a las instituciones creadas por Dios. Entonces no se debe resistir a las instituciones de las autoridades, pero sí se podría resistir a las autoridades de las instituciones.
Los liberales exponen, que cuando los gobernantes de turno abusan de su poder obrando injusticia, dicha forma de actuar choca contra su fe (intelectual) generando problemas de conciencia, lo cual conduce irreversiblemente a actuar para encausar las cosas hacia lo justo. Argumentan que es necesario hacer algo, porque de no hacerlo no podrían estar bien con sus conciencias en el futuro, sin importar el resultado, o si realmente están obrando en justicia.
Por supuesto, que cuando un gobernante procede en contra de la justicia de Dios no se debe pasar por alto. Tenemos un ejemplo en Juan el Bautista, quien confrontó al rey Herodes ante su pecado de casarse con la esposa de su hermano (Marcos 6:17-20), sin embargo, no vemos en ninguna parte de las Escrituras que Juan haya desdeñado o deshonrado a Herodes por su pecado, por su maldad o por ser un pésimo rey, pues la honra se la dio Dios y no somos nadie para ir en contra de dicho designio. Juan honró a la autoridad pero no honró al pecado.
¿Y cómo debe enfocar esta visión el creyente? La causa del creyente es Dios y debe seguirle fielmente como su Rey y Señor. Josías fue el único rey de los reyes de Israel que no se desvió ni a izquierda ni a derecha, él hizo lo recto a los ojos de Dios (Reyes 22:2). Podemos soñar con alguien así, pues en la historia de la humanidad no se repitió un caso similar y al parecer no se repetirá, sin embargo, y a pesar de su buen reinado, no debemos dejar de fijarnos en el verdadero y único gobernante: Dios.
Entonces enfoquémonos en arrepentimiento en el anuncio verdadero: el reino de los cielos ha llegado (Mateo 4:17), ese es el gobierno que debe buscar y anhelar todo creyente, pero solo los adoradores genuinos pueden estar alrededor de dicho trono, nadie más. No empeñemos el corazón en una causa alejada de Dios, porque cualquiera de las causas del mundo sirve a Satanás. El pueblo de Dios no se debe dejar seducir por la política o la economía o cualquier otra cosa perteneciente al mundo, porque ninguna tendencia o línea vale la pena, pues la única opción buena y verdadera es seguir a Jesucristo.
Tomemos el ejemplo de Bolivia, los seguidores del gobierno están preocupados por perder el poder y las prebendas, y se la pasan haciendo esfuerzos por mantener sus condiciones de poder, sin escatimar ningún tipo de esfuerzo, aunque sea el más vil. Mientras los opositores están preocupados por recuperar lo perdido, llámese democracia y valores, sabiendo que la solución que se plantea no es la mejor y que con mucha probabilidad acarreará a otro tipo de problemas, cómo ser la inestabilidad política y económica, pero no importa, con tal de hacer valer los principios democráticos y sacar al tirano del poder. Al final nadie gana en términos espirituales, todos pierden, porque no miran hacia arriba para vivir como Dios quiere.
Alguien preguntará ¿entonces qué hacemos? Los creyentes debemos confiar en la providencia de Dios y en sus promesas, y que el mundo se quede con las cosas del mundo.
Pero, no hemos dejado de vivir en el mundo, y los temas políticos y económicos nos afectan, sería el siguiente comentario. ¿Entonces cómo conjugamos eso con la vida cristiana? Los creyentes podemos protestar, pero en base a la Palabra, al Evangelio, que no es una enseñanza sino que es Cristo mismo, por lo tanto no debemos actuar en función de orientaciones políticas que nos acomoden o agraden. No debemos desviarnos ni por lo de izquierda ni por lo de derecha (como tendencias políticas), nuestro camino debe ser recto como el del Señor, porque ya no vivo yo, mas Cristo vive en mi. Esa manifestación no la podemos realizar en conjunto a las protestas defensoras o reivindicadoras del resto de la gente, que está tras la justicia del hombre, que les acomoda y no la de Dios; debemos esperar el momento y espacio adecuados para ser oídos.
La persona de Jesucristo debe ser todo en la vida del cristiano, si no lo es, entonces se está alimentando del árbol equivocado.
Pero ¿podemos participar de marchas y protestas? En principio sí, porque es un derecho dentro de la ley de hombre, que no es contrario a la Palabra de Dios. Pero cuando se participa en estos eventos es prácticamente imposible separarse de los incrédulos, que deshonran la autoridad caldeando los ánimos con burlas e insultos, lo cual conlleva a que los creyentes participen de su pecado de escarnio.
El problema de los pueblos (el boliviano también) es la idolatría profunda, tanta adoración a ídolos ha cauterizado sus sentidos (Ekeko, Pachamama, mesas, santeríos, etc.) y casi nadie se da cuenta de la necesidad de revertir tan crítica situación. Pero Dios es claro en 2 Crónicas 7:14 cuando expresa: Si mi pueblo, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra. Si bien se refiere al pueblo de Israel, considero que se puede extrapolar a cualquier pueblo decidido a arrepentirse, el problema está en que lo quieran hacer.
Al igual que Daniel los creyentes (bolivianos) debemos confesar nuestros pecados sin apasionarnos por razones políticas y económicas, parafraseando la oración de Daniel es como sigue: Señor, Dios grande y terrible, que cumples tu pacto de fidelidad con los que te aman y obedecen tus mandamientos: Hemos pecado y hecho lo malo; hemos sido malvados y rebeldes; nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus leyes. No hemos prestado atención a lo que tus siervos los profetas hablaron en las Escrituras, que en tu nombre hablaron a nuestros gobernantes, a nuestros antepasados y a todos los habitantes de la tierra. Tú, Señor, eres justo. Nosotros, en cambio, somos motivo de vergüenza en este día; nosotros, (pueblo de Bolivia o de Chile), habitantes de sus ciudades y de todo sus confines, tanto los que vivimos cerca como los que se hallan lejos, en todos los países por los que nos has dispersado por haberte sido infieles.
Señor, tanto nosotros como nuestros gobernantes, y nuestros antepasados, somos motivo de vergüenza por haber pecado contra ti. Pero, aun cuando nos hemos rebelado contra ti, tú, Señor nuestro, eres un Dios compasivo y perdonador.
Señor y Dios nuestro, no hemos obedecido ni seguido tus leyes, las cuales nos diste por medio de tus siervos los profetas. El pueblo (toda Bolivia) se ha apartado de tu ley y se ha negado a obedecerte. Por eso, porque pecamos contra ti, nos han sobrevenido las maldiciones que repetidamente nos anunciaste.
Tú has cumplido las advertencias que nos hiciste, a nosotros y a nuestros gobernantes, y has traído sobre nosotros esta gran calamidad. Señor y Dios, todo este desastre ha venido sobre nosotros, y ni aun así hemos buscado tu favor. No nos hemos apartado de nuestros pecados ni hemos procurado entender tu verdad.
Tú, Señor y Dios nuestro, dispusiste esta calamidad y la has dejado caer sobre nosotros, porque eres justo en todos tus actos. ¡A pesar de todo, no te hemos obedecido! »”Señor y Dios nuestro, que con mano poderosa sacaste de Egipto a tu pueblo y te has hecho famoso, como hoy podemos ver: ¡Hemos pecado; hemos hecho lo malo! Aparta tu ira y tu furor (de Bolivia), como corresponde a tus actos de justicia. Por nuestros pecados, y por la iniquidad de nuestros antepasados, tu pueblo es objeto de burla de cuantos lo rodean.
Y ahora, Dios y Señor nuestro, escucha las oraciones y súplicas de este siervo tuyo. Haz honor a tu nombre y mira con amor a tu santuario, que ha quedado desolado. Préstanos oído, Dios nuestro; abre los ojos y mira nuestra desolación y el país sobre el cual se invoca tu nombre. Al hacerte estas peticiones, no apelamos a nuestra rectitud, sino a tu gran misericordia. ¡Señor, escúchanos! ¡Señor, perdónanos! ¡Señor, atiéndenos y actúa! Dios mío, haz honor a tu nombre y no tardes más (Daniel 9:4-19).
Josías es un raro ejemplo de autoridad impuesta por Dios para bendecir, pero las autoridades actuales y pasadas son merecidas como consecuencia del alejamiento de Dios, contamos con el terrible ejemplo de Faraón en los tiempos del Éxodo, quien llevó destrucción a su pueblo por su idolatría y dureza de corazón. De igual manera Dios castigó duramente a su pueblo escogido por su pecado a través del rey Nabuconodosor de Babilonia. ¿Se le podrá reclamar a Dios de algo? La culpa es solo del hombre.
Tengamos fe en Dios y en su misericordia, porque con su poder arrastra a los poderosos. Confiemos que cuando Él se levanta, nadie tiene segura la vida. Dios deja sentirse seguros a los poderosos, pero no les quita la vista de encima. Por algún tiempo son exaltados, pero luego dejan de existir; son humillados y recogidos como hierba, ¡son cortados como espigas. Y luego vienen otros iguales o peores, por eso sigamos solo y únicamente al Señor.
Les deseo un día muy bendecido.