Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Salmos 51:10 RVR1960
Queridos amigos, para realizar un pedido como el de David es necesario haber reconocido tener un corazón inmundo.
Quien crea que tiene algo de bueno en su corazón está completamente equivocado. Por supuesto que a los ojos del hombre todos tenemos algo de bueno, sin embargo, a la vista de Dios incluso lo más bueno que podamos hacer tiene una connotación incompleta porque nuestro corazón siempre busca algo de gloria para sí (Isaías 64:6). Tenemos una inclinación natural por complacernos a nosotros mismos y no así a Dios.
Tenemos un corazón tan entenebrecido que no tenemos la capacidad y menos la voluntad de buscar a Dios. Vivamos infinitamente agradecidos porque Él es quien nos busca en su bondad y misericordia.
No existe forma humana de cambiar un corazón entenebrecido y David lo sabía, en ese entendido es que le pide al Dios Padre un corazón limpio, en verdad se trata de un corazón renovado, es decir nuevo. No solo clama por un corazón limpio, sino también por un espíritu recto.
En Cristo Jesús somos una nueva creación. Su preciosa sangre, que fue derramada en la cruz del calvario, es la que limpia todo pecado. Necesitamos estar limpios por completo de todo pecado para poder tener un corazón puro y ser rectos de espíritu.
El pecado debe ser quitado de nuestra vida para estar verdaderamente limpios. El único que nos puede limpiar con su preciosa sangre es Jesucristo. Para que la muerte vicaria (sustituta) de Jesucristo se haga efectiva en nuestra vida requerimos del don de fe, que es un regalo bondadoso de Dios. La fe permite que oremos y declaremos a Jesucristo como nuestro Señor y salvador.
Una vez que reconocemos genuinamente, por la fe que nos es dada, a Jesucristo como nuestro Señor y Rey, el Espíritu Santo inicia su obra regeneradora llevándonos a vida nueva, es decir que nacemos a la vida espiritual. De estar muertos en delitos y pecados (Efesios 2:1) recibimos un espíritu regenerado el cual se puede llamar recto, y de la misma forma podemos contar con un corazón limpio.
Dios hecho hombre muere en muerte sustituta por los pecadores. El Padre celestial acepta dicha muerte como suficiente y borra nuestros pecados y nos declara justos, esa es la justificación. De esa manera nuestra relación con Dios es restaurada, ocurre el acto más grandioso imaginable para nosotros, nos reconciliamos con Dios y podemos sostener una relación eterna con Él.
Quienes piden ser consolados sin ser primero limpiados completamente, piden mal. El pecado es la raíz de todo distanciamiento con Dios y éste debe ser quitado, es necesario dejar de ser esclavos del pecado, es preciso pasar por la humillación de reconocerse pecador, un gran quebrantamiento que lleva a posterior gozo y paz.
Busquemos al Dios de la salvación, anhelemos ser salvos de la esclavitud del pecado, solo Él puede llevarnos de la oscuridad a la luz. Pidámosle al Dios de nuestra salvación en humilde oración que nos libre del mal y del pecado, sometámonos a su voluntad.
Cuando estemos por caer en pecado elevemos oraciones al cielo pidiendo que el Todopoderoso nos sostenga con su Espíritu.
Alabemos al gran Dios por su misericordia perdonadora, por su infinita clemencia, porque es tardó para la ira pero justo y porque tiene un corazón de bondad infinita.
Les deseo un día muy bendecido.