Palabra fiel es ésta: Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él; Si le negáremos, él también nos negará. Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo. 2 Timoteo 2:11-13 RVR1960
Queridos amigos, recuerdo la muerte de dos policías que fueron asesinados, por contrabandistas, mientras cumplían funciones en algún lugar cercano a la frontera.
Quiero creer que nunca tuvieron el deseo de morir, su condición policial los expuso a la muerte, seguramente realizando con celo su trabajo o simplemente fueron asesinados, sin más, por representar un estorbo en el camino del gran negocio del contrabando.
Estoy casi seguro que no tuvieron en sus labios el nombre de la patria antes de morir. Sin embargo, la patria les hizo un homenaje póstumo y aparecieron como héroes en los titulares de prensa. Bonito consuelo para sus seres queridos, pero los difuntos no sabrán nada de su gloria en la eternidad.
Se recuerda periódicamente a los mártires de la patria, de quienes se dice que no dudaron en ofrendar sus vidas en pro de la libertad. Al menos ese es el lema bajo el cual se los rememora. No creo que exista uno solo que haya muerto únicamente por sus ideales, sin haber puesto por lo menos un poco de sus intereses personales de por medio. Es decir que había al menos algo de egoísmo que se interponía entre el “sublime” acto de morir por un ideal y un determinado interés específico.
Se trabaja en crear iconos que generen cohesión entre los habitantes de un determinado espacio geográfico, haciendo nacer un orgullo (nacional) determinado a través de una gesta heroica o de mártires, que (supuestamente) entregan su vida en pro de la libertad, democracia, generaciones futuras, etc.
Las palabras del apóstol Pablo alientan a la valentía, y al martirio, si fuese necesario. El creyente pasará por dificultad y sufrimiento en el presente, pero después disfrutará de la futura gloria, viviendo eternamente con Dios, compartiendo el reino de Cristo.
No es un prometimiento común, se trata de la promesa de un Dios fiel, que no puede contradecir o negar lo prometido. Si se vive haciendo Su voluntad en este mundo, muy probablemente, se pasará momentos difíciles y dolorosos, motivo por el cual se debe ser fuerte y valiente (Josué 1:6-9).
Entonces no debemos extrañarnos que los mejores hombres como Esteban, Pedro, Andrés, Marcos, Santiago el hijo de Zebedeo, Pablo, Felipe, Bartolomé, Tomás el Dídimo, Mateo, Santiago el hijo de Alfeo, Judas Tadeo, Matías, y muchos otros más hayan muerto bajo humillación y a pesar de ello, con gozo en su Señor. Todos sufrieron aflicción y murieron por el Evangelio, la mejor causa por la cual morir.
Estos héroes de la fe estaban muertos al mundo juntamente con Jesucristo, es decir que no tenían ningún interés por los placeres, bienes, beneficios o distinciones de este mundo. Pablo lo expresa con mayor claridad en Gálatas 2:20: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Separados del mundo empezamos a tener una mejor vida, y según la promesa estaremos por siempre con Cristo en un lugar definitivamente mejor.
Las palabras de Jesús escritas en el Evangelio de Mateo no podían ser más claras: “…Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” Mateo 16:24-27.
Todos recibirán su paga de acuerdo a sus obras. Los que nieguen y rechacen a Jesucristo, también serán negados por Él. Al final de los tiempos muchos se acercarán al Señor reconociendo su señorío, pero será demasiado tarde, pues Él les responderá: Nunca los conocí; aléjense de mi, hacedores de maldad (Lucas 13:25-27).
Cualquiera que se dedique plenamente a vivir para Cristo, es decir, haya dejado todo lo que más le importaba en el mundo por el nombre de su Señor, recibirá muchísimo más y heredará la vida eterna (Matero 19:29).
Nos encontramos ante la mejor promesa imaginable, hecha por un Dios perfecto, fiel e inmutable. Una promesa que supera a cualquier otra que pudiera existir, se trata de recibir de las manos de Jesucristo la vida más rica y verdadera posible. Sin olvidar algo increíble, si nosotros le somos infieles, Él permanece fiel.
Es la experiencia preparada para los escogidos, quienes deben persistir, sufrir y morir como Cristo, para que a partir de su redención lleguen a la máxima expresión de lo sublime y excelente, la vida eterna en el reino de Dios.
Mi anhelo es que su motivación sea por las cosas de Cristo, que puedan caminar en santidad, alejados del pecado, y reciban el galardón de la vida eterna.