Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. Hechos 4:10 RVR1960
Queridos amigos, el interés que el hombre natural suele poner en personas o elementos que supuestamente son milagrosos es curiosamente sorprendente.
La ignorancia sumada a las necesidades ha conducido a las personas a creer en el transcurso de los tiempos en falsos milagros y en falsos milagreros. Y a querer identificar como manifestación de milagro a la señal más débil, porque hay que tener fe, hay que creer devotamente para que funcione.
Satanás es capaz de hacer “milagros” con tal de engañar y encubrir la existencia del Dios Todopoderoso. Qué idea más tétrica la de pensar que el Príncipe de este mundo le haya hecho un milagro a alguien y los motivos por los que lo hace.
No debe sorprendernos que haya gente dispuesta a vender su alma al diablo a fin de ver cumplidas sus ambiciones de riqueza y poder. Satanás le ofreció nada menos que a Jesús darle esplendorosos reinos si se postraba ante él en adoración (Mateo 4:8-9).
Pedro se encontraba en un interrogatorio ante el concilio rodeado de diversas autoridades, y empezó a dirigirse al público como si estuviera emitiendo un testimonio formal de orden judicial a la nación en su conjunto. Lo que tenía para decirles debía ser notorio a todas las autoridades presentes y al pueblo de Israel, a quienes ellos representaban.
Se estaban realizando señales y milagros en el nombre de Jesucristo de Nazaret, y Pedro lleno del Espíritu Santo deseaba que les quedara absolutamente claro a todos que el milagro obrado en el cojo había sido hecho en el nombre y bajo el poder de Jesucristo, que además era el Mesías a quien las mismas autoridades presentes le habían dado muerte de cruz.
El testimonio de Pedro conducía a comprobar que Jesús había resucitado de entre los muertos, pues de lo contrario no podría estar haciendo milagros. Además el hecho de su resurrección era prueba suficiente de que Él era el Mesías.
Un cojo de nacimiento había sido milagrosamente sanado, nadie podía objetar o negar un hecho tan contundente, porque todos conocían al que hasta hace muy poco tiempo se arrastraba y necesitaba ser cargado para trasladarse, persona que ahora caminaba y saltaba como si jamás hubiese sufrido de cojera. Una obra solamente atribuible al poder vivo del Señor Jesucristo.
En el Antiguo Testamento se observan muy pocos milagros de sanidad y ninguno es atribuible a ningún hombre como instrumento de Dios, pues todos los hizo Dios mismo de manera directa. Los milagros que se vivieron en los tiempos de Jesús fueron realizados por el Señor y posteriormente a través de los apóstoles y otros discípulos bendecidos con el poder del Espíritu Santo.
El poder otorgado por el Espíritu Santo para hacer milagros se remite especialmente al tiempo del cristianismo primitivo, pues tenía un objetivo específico determinado por Dios, una opción es precisamente la de demostrarles a los incrédulos que Jesús había vuelto a la vida, y que estaba vivo reinando a la diestra del Padre celestial.
Después de dicho período el Espíritu Santo ya no otorgó de su poder a los creyentes para que hiciesen milagros en nombre del Señor Jesucristo. No puedo negar que puntualmente quiera entregar de su poder a algún convertido, pero considero que sería un caso en extremo excepcional. De igual manera no puedo negar que Dios puede hacer el milagro que le plazca, y que existen muchos hermanos en la fe, que dicen saber de algunos milagros. En todo caso los milagros en estos tiempos no son el pan de cada día.
Los milagros se realizan principalmente para mostrar el poder de Dios, y el milagro de la gracia es el único que conduce a la salvación de las almas. Muchos de los que recibieron milagros de sanidad continuaron con su vida de impíos, y aquellos que se volcaron a Dios fue por gracia.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.