Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal. Romanos 16:19 RVR1960
Queridos amigos, para saber que matar y robar es malo no es necesario ser experto asesino y ladrón. De igual manera para desarrollar una vida de bien no es necesario convertirse en experto en las cuestiones del mal.
A pesar de lo manifestado hay gente que cree en que hay que vivir la experiencia para poder ponerse en los zapatos del otro. Se me vienen a la mente las palabras engañosas de un fumador empedernido: “si nunca has fumado ¿cómo podrás saber si te gusta o no?”
Es una clara invitación para participar de su pecado, aunque sólo sea un sutil poquito, pues te da la “gran oportunidad” de que no lo sigas si no te gusta. Es así cómo muchos caen en pecado, para fumar, emborracharse, drogarse, delinquir, etc.
Bendecidos los de la iglesia de Roma, pues el apóstol Pablo los reconoce como obedientes a la enseñanza que habían recibido. El testimonio que tenía de ellos era suficiente como para confiar en su buen desenvolvimiento cristiano.
Considero que el reconocimiento más agradable para un creyente verdadero es que le digan que su obediencia es notoria para todos. No es un motivo para estar orgulloso, sino para agradecer a Dios y darle a Él toda la gloria, sin embargo es motivo de gran gozo, pues lo mejor y lo único que un convertido le puede ofrecer a Dios es su plena entrega en obediencia.
Ya Jesús les había dicho a sus discípulos: He aquí, yo los envío como a ovejas en medio de lobos; sean prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16). Para una vida cristiana sana es necesario ser sabio y prudente para poder diferenciar entre la verdad y el error, con la sencillez suficiente y necesaria como para no hacer aspavientos ante el mal, sino para alejarse de él lo más rápido posible.
La sencillez debe conducir al creyente genuino a adherirse a la verdad y a rechazar el error con humildad. Los cristianos estudiosos de la Palabra escrita no serán engañados. Sin embargo, los que son asiduos a los sermones domingueros, pero sólo son participantes superficiales de la fe son los más propensos a ser convencidos por la suave voz del engaño.
Cuando no se conoce la verdad a través de un serio y firme estudio de las Escrituras es muy fácil caer en corrupción. Muchos creen que pueden dirigirse a Cristo Jesús como “Señor” o “Maestro” haciendo uso de Sus títulos, pero sin reconocerlo como tal. Pues el verdadero siervo es quien se dirige a su amo diciéndole “Señor” y el discípulo genuino le dice “Maestro”, pero no son ni lo uno ni lo otro.
Sirven, pero no a su Señor, sino a sus propios intereses y no se dejan enseñar por el Maestro, siguen, más bien, la sabiduría del mundo y se dejan llevar por la sensualidad y la carnalidad. Su corazón engañoso los conduce a emitir juicios equivocados guiados por sus sentidos y sentimientos sin el más mínimo sentido de sabiduría para el bien e ingenuidad para el mal.
El creyente más obediente no puede creerse “producto terminado”, porque nunca deja de ser susceptible de caer. Es por eso que no debe descansar en su pedido a Dios para que lo aleje de tentación y lo libre de mal, además debe estar atento a no alejarse de la verdad, comportándose de manera prudente y sensata.
Una de las virtudes del convertido genuino es su comportamiento dócil, sin embargo, la mansedumbre no debe ser motivo para ser guiado hacia el error y terminar descarriado. Por eso la combinación entre prudente sabiduría y mansedumbre no debe ser disuelta a fin de que la diferencia entre el bien y el mal quede absolutamente clara.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.