Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; más Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. Lucas 16:15 RVR1960
Queridos amigos, mientras la ley del hombre no toca el bolsillo es más fácil aceptarla, asumirla y cumplirla.
Cuando se trata de la defensa de nuestros derechos nos sentimos a gusto con una legislación amplia y protectora, sin embargo, en cuanto a deberes se refiere preferiríamos una ley poco exigente y lo más escueta posible.
A raíz de una reunión con gente de empresa recordé las palabras de nuestro Señor Jesucristo, escritas en el capítulo 16 del evangelio de Lucas, dirigidas a los fariseos amadores del dinero, donde les fue echada en cara su gran hipocresía, diciéndoles que se hacían los buenos ante la gente y que les encantaba mostrarse rectos en público, a pesar de tener unos corazones entenebrecidos, los cuales Dios conocía perfectamente.
Uno de los temas discutidos en la mencionada reunión era sobre si correspondía vender a clientes que no tuvieran la autorización de funcionamiento al día. Algunos esgrimían el argumento de que las empresas no deberían hacer de jueces en dicho caso, pues esa debería ser la responsabilidad de la autoridad, tratando de evadir con astucia una obligación establecida por ley.
No solo los empresarios sino una mayoría de las personas del mundo no aguanta la desagradable sensación de perder o “malgastar” su dinero, y ante un escenario tan poco deseado, no dudará en saltar la ley (en la medida de lo posible), cubriendo sus acciones oscuras con un manto de rectitud.
Queda la pregunta, ¿porqué fluye tan natural tal disposición? La respuesta la da el Señor Jesús en Mateo 6:21 explicando que donde se encuentre tu tesoro, allí estarán también los deseos de tu corazón. Las riquezas y su búsqueda son el gran tesoro de muchos y sin duda alguna es un grave agravio que algo o alguien se interponga entre ellos y sus posesiones.
Los fariseos pensaban ser buenos, algo de por sí equivocado. A pesar de creerse sabios su ignorancia espiritual era marcada, lo cual les conducía a burlarse de Jesús. La codicia de los fariseos llevó a despreciar las verdades que el Señor les enseñaba, pues sus intereses eran contrarios a los de Dios. En estos días nos encontramos con frecuencia ante fariseos, aunque sin estudios religiosos. Bueno sería preguntarnos si tenemos una actitud similar.
El hombre natural prefiere servir a cualquier cosa antes que, a Jesucristo, aunque afirme lo contrario y diga ser creyente. Nuestro Señor nos enseña en Lucas 16:13 que nadie puede servir a dos amos, pues menospreciará a uno y amará al otro, o será leal a uno y odiará al otro. Es imposible ser esclavo del dinero y amar a Dios al mismo tiempo.
Por falta de visión y conocimiento la gente no se da cuenta de lo verdaderamente relevante y pone gran estima sobre lo que es detestable a los ojos de Dios. Para la mayoría la posición de Dios aparece como exagerada y demasiado radical.
En general el mismo hombre reconoce a la hipocresía como algo malo y despreciable, que lamentablemente es en extremo común. Por otro lado está el amor por las riquezas, que el mundo fomenta como un objetivo loable que es detestable para Dios. Aunque la visión maquiavélica del fin justifica los medios no sea generalmente aceptada, es de aplicación cada vez más común para la consecución de tan anhelado propósito.
La gente se inclina por la prosperidad material e intelectual sin darse cuenta de su pobreza espiritual y de la necesidad de poner especial énfasis en dicho aspecto. Cuando el dinero es la causa para el abandono de las causas de Dios, se hace abominación.
Dios condena por no hacer lo bueno, mientras el hombre condena por hacer lo malo; entonces es pertinente no solo pensar sino hacer lo bueno, comenzando por amar a Dios en vez de al dinero.
Les deseo un día muy bendecido.