Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. Lucas 16:9 RVR1960
Queridos amigos, mientras tomaba desayuno con mi hija en un conocido café, pasó por nuestra mesa una de sus mejores amigas, quien además de trabajar en un buen cargo dentro de una renombrada empresa, se ocupa adicionalmente de dos emprendimientos propios. Después de saludarla con mucho cariño vino el habitual comentario, mi hija mencionó lo bien preparada y enfocada que estaba su amiga y la pasión que le ponía a la vida de los negocios.
Me quedé pensativo sobre el nivel de perseverancia y esfuerzo que ésta y otras personas realizan para conseguir sus triunfos personales acompañados de sueños económicos y recordé el pasaje del evangelio de Lucas donde se habla del mayordomo infiel y de su inteligencia para obrar a su propio favor.
Muchos de los hombres y mujeres del mundo ponen un cuidado meticuloso, mucha dedicación y toda su pasión para desarrollar sus actividades, aunque sus objetivos no siempre sean los mejores desde la perspectiva de Jesucristo. Esta actitud suele ser más sabía que la de muchos creyentes que no ponen el mismo amor, entusiasmo y dinamismo en el desarrollo de su fe.
El mayordomo tenía la picardía del típico aprovechador y pillo, cuando se vio en peligro, en vez de seguir robando, decidió reducir fraudulentamente la deuda de algunos deudores de su jefe o amo con el objetivo de estar congraciado con ellos al momento de ser despedido.
Cuando la Palabra dice “ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas”, se trata de una lección para enseñarnos cómo debemos usar los recursos mundanos para beneficiar a otros y para hacer amigos; cuando esas posesiones se acaben, se nos dará la bienvenida a un hogar eterno.
De ninguna manera es una sugerencia para comprar la entrada al cielo y menos es un elogio al fraude y al engaño, la alabanza solo y únicamente está dirigida hacia la forma de reaccionar del mayordomo. La parábola de ninguna manera pretende exaltar el embuste ni justificar la deshonestidad, lo que resalta es la vigilante atención y esmerado cuidado que muchos hombres del mundo ponen en sus intereses.
Ojalá los creyentes estuvieran tan interesados en vivir su fe con la misma intensidad que los mundanos tienen para conseguir dinero o para dedicarse a sus aficiones (por ejemplo el fútbol). Se observa que el hombre natural en variados casos es más inteligente que el hombre espiritual en el trato con el prójimo.
El tener dinero y posesiones no es malo, su mal uso es el problema. Ser rico o acaudalado es bueno cuando se entiende la responsabilidad de usar la riqueza para hacer el bien, cuando su uso es egoísta el pecado sale a la luz. Es muy lindo y satisfactorio hacer amigos mientras se ayuda al necesitado.
Dios exige honestidad hasta en los detalles más nimios, y en ello es donde se ve la verdadera integridad de las personas. Valorar las riquezas terrenales más que las celestiales es un gravísimo error, y quien incurre en dicha falla no está ni preparado ni en condiciones de administrar las grandes riquezas del reino celestial. Por lo tanto, permitir que la propia integridad se caiga ante asuntos mundanos e intrascendentes en contra de la vida futura en el cielo es un desacierto garrafal.
Les deseo un día muy bendecido.