Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad. Lamentaciones 3:22-23 RVR1960
Queridos amigos, las cosas de este mundo son malas de por sí y gracias a las misericordias del Señor no son peores.
Durante mi vida de impío realicé cosas que hoy me producen mucha vergüenza. En variados casos las consecuencias de mis actos debieron haber sido, cuando menos, duras, sin embargo, ahora que soy creyente observo cómo mi Señor me cuidaba, a pesar de mi obstinación con la maldad y el pecado.
No le recomiendo a nadie hacer el mal de manera consciente, pensando en que Dios es misericordioso y que no solo lo perdonará sino que también lo cuidará. Ese sería un gravísimo error, pues podría despertar su ira. En mi caso, yo era consciente de varios de mis actos pecaminosos, pero como todavía no conocía a Dios ni sabía nada de Él, tampoco me importaba herir su santidad. Pecaba porque mi naturaleza era de pecador.
Si nos ponemos a observar el mundo con detenimiento podemos salir corriendo, gritando de espanto y de dolor. Basta tener un periódico entre manos para ver el estado de inmundicia en que se encuentra este mundo y cuánto está haciendo para ser cada vez peor.
Nuestra ceguera e ignorancia humanas hacen que ni siquiera veamos un pequeño rayo de esperanza, sin embargo, si nos diésemos cuenta de que con Jesucristo como Señor y salvador podemos contar con la luz más radiante imaginable, que llega a iluminar las tinieblas más oscuras, nuestra vida sería otro cantar.
Y esos rayos de esperanza son precisamente sus misericordias. Pero Él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; y apartó muchas veces su ira, y no despertó todo su enojo (Salmos 78:38). Si el mundo tan solo se volviera de su maldad a la misericordia y bondad de Dios, habría luz hasta en los lugares más oscuros y recónditos.
Para tener esperanza es imperativo creer en Cristo Jesús como Señor y salvador. Cuando se tiene esperanza se puede esperar con tranquilidad incluso viviendo en un mundo plagado de maldad. Recién entonces se llega a discernir y valorar las misericordias de Dios.
Hablamos de la esperanza de la salvación. El hombre de fe genuina que cree en el Señor Jesucristo podrá esperar la salvación, sabiendo que los dolores, las tribulaciones y penas son para bien, pues para los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien (Romanos 8:28).
Si no fuera por las aflicciones muchos habrían terminado como orgullosos e ingobernables monstruos de este mundo, y jamás habrían llegado a valorar las misericordias de Dios, ignorando también, que el Creador de todas las cosas puede destruirlos si esa fuera su soberana decisión.
Dios no desecha a nadie y menos aflige, tampoco tiene preferidos entre los pecadores. Los pecadores son quienes lo rechazan y desechan, y a pesar de ello, Él no reduce el número de sus bondades ni el sinnúmero de sus misericordias.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.