Habéis hecho cansar a Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís: Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, y en los tales se complace; o si no, ¿dónde está el Dios de justicia? Malaquías 2:17 RVR1960
Queridos amigos, cuántas veces hemos preguntado «¿y yo qué he hecho ahora?» en situaciones en las cuales se nos hace un reclamo justo sobre algo que hemos realizado a sabiendas.
Solemos ser muy hábiles para poner un tono inocente, y hasta herido, carente de toda culpa a pesar de saber que lo que hicimos no fue tan bueno, no sufrimos de remordimiento al defendernos. Hasta nos podemos ofender e indignar contra quien nos reclama justamente por algo malo que hicimos, nos cuesta reconocer nuestro error, que en realidad no es otra cosa que pecado.
En mi criterio este puede ser uno de los motores para la sustentación de una moralidad contraria a los pensamientos de Dios. En nuestra vida cotidiana cada vez más vemos que lo bueno deja de ser bueno y que lo malo se convierte en bueno.
Es frecuente ver lo bien que les va a quienes tuercen la ley del hombre y resulta de aliento para querer seguirlos, al fin y al cabo, pareciera que hacer lo malo no había sido tan malo.
Ahora bien, queridos amigos, ¿les resulta familiar la pregunta que los hijos de Israel le hacen al Todopoderoso?
Las palabras del profeta Malaquías se sitúan unos 400 años antes de la venida de Jesucristo, tiempo posterior a la reconstrucción del templo. Los israelitas tenían la idea de que la presencia de Dios volvería a estar en el templo, pero para su desilusión no se dio en ese tiempo.
El pueblo de Israel uso esa circunstancia como motivo para empezar a generar una fuerte indiferencia hacia Dios, por tanto a vivir una vida de infidelidad y desobediencia.
La pregunta que los israelitas le hacen a Dios es de carácter insolente, fundada en su moralidad degradada por su alejamiento de Él.
En una sociedad donde la moral es relativa campea el cinismo, donde se puede interpretar de una manera u otra la Palabra de Dios es posible vivir acomodado a ser justos en la propia opinión.
Esto lleva a la religiosidad del hombre que llega a creer que con ir al templo el domingo y cumplir con sacramentos y guardar algunas cosas está satisfaciendo las necesidades y exigencias de Dios. Sin embargo lo que el santísimo Creador quiere es que le amemos en todo momento y lugar, que todo lo que hagamos sea como para Él.
Esas personas de corazón endurecido que decían seguir a Dios se arriesgaban a decir que cualquiera que hace el mal agrada a Jehová.
Decían que parecía que Dios favorecía a los impíos y se olvidaba de los justos. Palabras tremendamente insultantes que estaban muy alejadas de la verdad. A raíz de ello Malaquías los confrontó con el juicio inminente de Dios.
Necesitamos del poder de Dios en nuestras vidas, requerimos aferrarnos de la Cruz de Jesucristo, arrepentirnos de nuestros pecados, pedir perdón al Padre celestial y vivir para su gloria. Nada de lo que pensemos, digamos o hagamos está oculto de su conocimiento.
Que para nosotros lo bueno y lo malo siga siendo bueno y malo. Alejémonos del relativismo y veamos de aplicar la única interpretación de las escrituras a nuestras vidas.
Tengan un día bendecido por el Dios de la Palabra.