Así que, por cierto, es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? 1 Corintios 6:7 RVR1960
Queridos amigos, conozco de casos terribles de pleitos entre hermanos carnales, por ejemplo, por temas de herencia. De igual manera, la gente del mundo busca justicia en los pleitos legales, pensando tener razón y, por tanto, se siente en el deber de defender sus derechos.
Es impresionante como en los Estados Unidos de Norteamérica los ciudadanos recurren a la amenaza de iniciar un pleito legal por todo y por nada, y dicha moda está entrando cada vez más en nuestros países. Las amenazas se convierten en realidad y los tribunales están cada vez más llenos.
Esta gente está convencida de que la ley los protegerá, pues confían en la rectitud de la justicia. Pero cuando se ven en peligro de perder un pleito, no dudan en acudir a artimañas para salir vencedores, sin importar mucho cómo se gane, incluso torciendo la justicia. Lo importante es sentarle la mano a la parte contraria, haciéndole sentir el doble, si no el triple, de sufrimiento.
Ese es el comportamiento del mundo sin Dios. Los creyentes verdaderos no deben exponer sus problemas ante las cortes del mundo, por el simple hecho de que el mundo no entiende los principios cristianos, y si los entiende, le cuesta muchísimo aplicarlos.
Cristo lo dijo expresamente: “No resistan al que es malo, antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos” (Mateo 5:39-41).
El mensaje es claro y contundente, pero, ¿quién del mundo se conforma y cumple con humildad el mandato? Es una pregunta retórica, cuya respuesta es: Nadie o muy pocos.
Es preciso tener un corazón dispuesto para las cosas de Dios a fin de no solo comprenderlas, sino también para aplicar el mandamiento en el diario vivir. No solo se trata de no acudir a tribunales donde no existe sensibilidad alguna por los valores establecidos por Jesucristo, sino también de ser obedientes a la Palabra.
Una de las principales razones por las cuales las personas acuden a las cortes es para conseguir satisfacer su necesidad de resarcimiento e incluso venganza, motivación que un cristiano verdadero no debería tener. Esforzarse en los pleitos es poner la atención en los problemas, en vez de enfocarse en lo bueno y verdadero, que debe ser el propósito de todo creyente genuino.
La actitud perdonadora del cristiano es la que debe predominar. La lucha no debe ser contra otros, el propio espíritu del creyente debe ser vencido, esa es la lucha verdadera. De esa manera se evitan los efectos de bola de nieve, que hacen que los problemas se conviertan en disputas interminables.
El mal que uno recibe por parte del prójimo no suele ser tan tremendo, pero a pesar de su relativa pequeña dimensión pasa de ser un incipiente fuego a constituirse en tremendo incendio, gracias al orgullo en los corazones endurecidos.
El creyente genuino debe ver con misericordia el mal que viene de su prójimo, porque está llamado a soportar todo embate como lo soportó su Señor Jesucristo. El convertido debe pagar bien por mal, de ninguna manera ha de pagar mal por mal, pues debe procurar lo bueno delante de todos los hombres (Romanos 12:17, 1 Tesalonicenses 5:15, 1 Pedro 3:9).
Me pregunto: ¿Acaso la paz de mente y alma de todos no vale más que cualquier orgulloso triunfo? Si fuera posible, en cuanto dependa de cada creyente, estemos en paz con todos los hombres (Romanos 12:18)
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.
