Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz. Números 6:24-26 RVR1960
Queridos amigos, en muchas ocasiones me despido de las personas con un «Dios te bendiga», hasta ahora no recuerdo que nadie haya reaccionado negativamente ante tal deseo, indiferentemente si se trataba de creyentes o no.
Bendecir significa invocar bendición sobre una persona o un grupo de personas, nunca debería tratarse de un simple deseo piadoso, sino del anhelo de ver la bondad de Dios en acción. Por eso bendigo a las personas con el deseo para todos que Dios les haga prosperar espiritualmente a través del maravilloso regalo de la gracia.
El pueblo, los feligreses y los hermanos parece que se hubieran puesto de acuerdo porque todos ellos esperan que el cura o el pastor los bendiga. Sin duda se trata de una tradición que viene desde tiempos antiguos donde los sacerdotes levitas bendecían solemnemente a los hijos de Israel en nombre del Señor.
Sentirse bajo la protección de una persona poderosa, para muchos es algo muy especial, pero estar bajo la mano protectora del Dios Todopoderoso es algo indescriptible, porque disfrutar del favor de Dios es la mayor bendición que uno se puede imaginar. Entonces que mejor cosa que alguien te bendiga con una bendición tan hermosa y especial como la de Números 6.
Esta bendición tan poderosa del Antiguo Testamento, también conocida como bendición Aarónica, abarca un cúmulo de bendiciones, desde la misericordia de Dios para con el pecador hasta la vida eterna en las moradas celestiales.
De acuerdo a la experiencia del pueblo hebreo, ellos esperaban buenas cosechas, suficientes lluvias, protección contra los enemigos y otras bendiciones de carácter terrenal. Algo parecido sucede en nuestros días, se entiende por estar bendecido el tener posesiones materiales que permiten una mejor vida en el mundo. Normalmente no se hace alusión a las bendiciones espirituales, que son el privilegio de los hijos de Dios.
El Padre celestial no nos debe nada, sin embargo solemos pensar que porque ya somos bendecidos con su gracia el resto nos llegará. Debemos implorar agradecidos todos los días por su favor y protección, para que nos ayude a vivir para complacerle, para que sea compasivo con nosotros pecadores, y que no deje de volver su rostro hacia nosotros regalándonos su paz, que no solo es la ausencia de contienda, sino un estado de bienestar, tranquilidad y contentamiento.
Todos tenemos una inconmensurable necesidad de misericordia, bienaventurado aquel que es bendecido con misericordia y gracia, porque sus pecados serán perdonados y disfrutará de la cercanía de su Señor, quien se ocupa de abastecer las cosas necesarias para el bienestar de sus hijos, además de suplir todo lo necesario para la vida espiritual.
Es un Dios maravilloso que bendice a sus hijos también con el don de gozo, consolándolo en sus corazones, con esa felicidad que solo el cristiano tiene, y preparándolos para la segunda llegada de Jesucristo.
Sin saberlo los judíos al repetir tres veces el nombre de Jehová estaban haciendo alusión al Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se podría ver cómo un adelanto realizado en el Antiguo Testamento de lo que se llegaría a conocer en el Nuevo Testamento. El amor del Padre celestial hace que el Hijo se haga hombre, la bendición de salvación por gracia la hace efectiva el Señor Jesucristo con su muerte, quien a su vez encausa la comunión del Espíritu Santo.
Si bien Dios escogió a sus hijos desde antes de la fundación del mundo, creo que debemos tener presente que Dios bendice a quienes están más cerca de Él. Es muy probable que empiece por los que están a su lado con un mayor grado de comunión. Por lo tanto, esforcémonos por vivir en obediencia y sirviendo a nuestro Señor Jesucristo, que las bendiciones nos serán añadidas.
Les deseo un hermoso y bendecido día.