Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo. Lucas 10:37 RVR1960
Queridos amigos, la compasión es ese sentimiento de tristeza que se produce cuando se ve a alguien sufriendo, y que impulsa a aliviar su dolor.
La gente suele decir “se me encoge el corazón” cuando se encuentra ante una situación de miseria y su sensibilidad se ve afectada. Cuando se camina sin Dios es posible, que por tanto ver situaciones miserables, el corazón se endurezca hasta el punto de quedar tan adormecido, que ya nada le mueve a compasión.
Como definición general la misericordia es esa inclinación por sentir compasión por los que sufren o tienen una determinada necesidad y luego brindarles ayuda. Por otro lado, se puede tener misericordia por alguien sin tomar acción alguna y solo callar, está es una práctica a ser realizada por el cristiano. Se trata de no reaccionar ante el pecado del prójimo, recordando que Jesucristo no impreca ni reclama nada, solo tiene misericordia del pecador, y a pesar de sus transgresiones, le ama y bendice con gracia.
Es triste observar cómo el corazón del hombre natural está tan endurecido que le resulta inaceptable la compasión de otro, especialmente cuando se cree autosuficiente.
Hay gente que usa el dicho “me das pena” como un insulto, me imagino que por tal motivo muchos, en su orgullo, no quieren dar pena a nadie. Lo verdaderamente duro es la cruda realidad, todos somos merecedores de juicio y castigo por nuestra miserable condición caída, así lo asegura la Biblia.
El orgullo del hombre se antepone a la humildad necesaria para reconocer los propios errores. Y el peor de los errores es agredir la santidad de Dios con acciones y palabras transgresoras de los límites establecidos por Él. Estamos hablando del pecado del hombre y de la ley de Dios.
Esto se ve incluso en los corazones de hombres supuestamente conocedores de Dios, como lo eran el sacerdote y el levita del contexto del versículo, que no dudaron en pasar de largo, dejando al pobre judío, que había sido asaltado por unos pillos, sumido en su dolor.
Con frecuencia vemos personas que se justifican con sus actividades religiosas, demostrando una conducta de relativa educación bíblica, pero sin entregarse por completo al gobierno de la voluntad de Dios.
Este tipo de indiferencia se da, porque nadie ama a Dios ni a su prójimo con la pureza del amor espiritual, sin haber primero recibido la bendición de gracia para nuevo nacimiento, aún cuando la persona sea muy religiosa, como lo podría ser un sacerdote o lo era un levita.
El accionar del buen samaritano es el ejemplo que Jesucristo utiliza para poner en contexto la necesidad de conversión genuina a través de la gracia, pues sin ella no se puede ser misericordioso en verdad.
Ni el levita ni el sacerdote, que debieron mostrarse amigables y darle socorro a su hermano judío en aprietos, tuvieron compasión, sin embargo, un oriundo de Samaria, una de las naciones más despreciadas y odiadas por los judíos, se ocupó del damnificado de la mejor manera posible.
Sin duda, se trató de una enorme muestra de misericordia, de quien más excusas se hubieran esperado. Un ejemplo sorprendente completamente a la altura de Dios, sin hacer diferencias ni de cuna ni de nación ni de raza o cualquier otra cosa, y sin pretextos que ahorren incomodidades, problemas o expensas.
Esta es una gran graficación de cómo amar al prójimo a la manera de Cristo. Él ama de igual manera a los miserables pecadores que se encuentran en situación desesperada tal cual el pobre judío de la historia.
Satanás está constantemente al acecho para herir y robar, apenas tiene oportunidad de actuar nos deja maltrechos y en apuros, esa es la consecuencia de nuestro pecado.
Gracias Dios por tener misericordia de nosotros miserables pecadores, gracias Jesucristo que tuviste compasión de nosotros a pesar de nuestra osada y rebelde enemistad contra ti.
¿Qué nos queda? Emulemos al buen samaritano, al hacerlo estaremos siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesucristo. Tenemos la obligación moral y espiritual de ayudar al necesitado, de socorrer al desamparado y de aliviar el hambre del hambriento. Parece increíble, pero Dios proveerá con los medios materiales en la medida en que nos pongamos manos a la obra.
Que el Señor ponga el deseo de ayudar en nuestros corazones.