Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará. Juan 13:32 RVR1960
Queridos amigos, durante la historia de la humanidad se han ido inventando instrumentos de ejecución desde los más dolorosos e inhumanos hasta algunos que supuestamente garantizan una muerte sin dolor.
La horca, la guillotina, el garrote, la silla eléctrica, la decapitación, la lapidación, la cámara de gas, la inyección letal son todas formas para terminar con la vida, y entre las más crueles están el empalamiento y la crucifixión. Son instrumentos destinados para hacer justicia o para hacer desaparecer a quien representa un peligro. Se supone que el uso de tales instrumentos debería amedrentar a otros a fin de guardarse de hacer todo lo malo que podría llevarlos a una espantosa muerte.
Especialmente la muerte de cruz representa máxima vergüenza, desgracia y deshonra, solo los más viles morían crucificados. Entonces va contra toda lógica del hombre natural que la muerte de cruz tenga algo de gloria, pues, en todo caso, es el momento de peor derrota y humillación.
Todo lo que el Rey de reyes y Señor de señores hizo fue siempre impredecible, vino al mundo de la manera menos esperada para un rey y murió de la forma más vil para un señor. Jesús se refirió a la muerte de cruz como su hora de gloria; a los conocedores del valor de tal sacrificio no les cabe duda de que fue y es un maravilloso triunfo, en contra de aquellos que ven su muerte solo como una entrega tonta, es decir una vil derrota.
El hombre por naturaleza desea alejarse lo más posible del sufrimiento. Aunque algunos entienden que el sufrimiento fortalece (ciertos aspectos de su vida), les resulta abominable pensar en tener que sufrir.
Es curioso como el hombre natural aprecia los grandes sacrificios de valerosos héroes que dieron sus vidas a favor de causas nobles, pero en general no ve el sacrificio de Jesucristo en la cruz como algo grandioso, icónico, único y maravilloso por su efecto en el pasado, en el ahora y hasta la eternidad.
Cristo se llevó en su muerte la gloria suprema, pero no para sí mismo sino para el Padre. En la obediencia de Cristo Jesús el Dios Padre fue glorificado. A través de la única forma de demostrar verdadero amor el Hijo glorificó al Padre, le honró a través de obediencia total, llegando al extremo de morir, y peor aún, con muerte de cruz.
No hay mayor gloria que la de ser amado. El amor que demostró el Hijo por el Padre y la gloria que el Padre otorgó al Hijo en reciprocidad muestran la relevancia del amor y permite que las criaturas no solo teman y admiren a su Dios sino que también le amen.
El sufrimiento y humillación en la cruz es la satisfacción vicaria de Jesucristo por el mal hecho a Dios por el pecado del hombre. Esa fue la gloria de Jesús y fue de inmediato, pero seguirían la resurrección, la ascensión y su segunda venida como triunfo glorioso y definitivo.
El Rey de reyes fue expuesto a humillación, a vejaciones, a llevar dolorosamente una corona de espinas cargando una pesada cruz y a ser crucificado en máximo sufrimiento por mera obediencia.
Ahora llega el tiempo en que veremos a nuestro Señor en todo su esplendor, un Rey que se levanta de su glorioso trono triunfalmente, exponiendo su sublime corona de gloria. Será entonces cuando todo el universo contemplará la gloria del Señor de señores en todo su esplendor.
Les deseo un día muy bendecido.