Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara;” Deuteronomio 34:10 RVR1960
Queridos amigos, a tiempos revueltos ganancia de predicadores. Hace poco llegó a La Paz el muy famoso “pastor de los jóvenes” Dante Gebel, cuya marca personal esgrime un logotipo indicando que es “el auténtico” haciendo que la última “t” de la palabra se asemeje a una cruz.
Marketing cristiano para el beneficio del conferencista o predicador, y chatarra para un público ávido de emociones. Un ejemplo de hombres modernos que parecen ser más grandes que Moisés o así los hacen parecer. A muchos de estos marketeros de la fe los proclaman profetas y milagreros, poniéndolos en un pedestal como los más grandes ungidos, solo falta que usen un velo para cubrir el brillo de sus rostros.
Moisés fue un verdadero gran hombre por su carácter y humildad, libertó a su pueblo de la cruel esclavitud de Egipto, además lo sacó del país de sus sufrimientos y fue venciendo a los enemigos, que se les interponían en su camino. También fue su legislador y juez, y finalmente terminó su obra dejando a su pueblo en la frontera de la tierra prometida.
Es reconocido, sin lugar a dudas, como el mayor profeta del Antiguo Testamento, además de ser la única persona en haber hablado cara a cara con Dios. A pesar de ser un gran hombre y de contar con tantas bondades y virtudes, Dios no le permitió ingresar a la tierra prometida gracias a su desobediencia.
Podría Moisés encarar a Dios diciéndole: mira todo lo que hice por ti en estos últimos cuarenta años solo para que me castigues tan duramente, ¿acaso merezco yo esta disciplina? Debemos entender que cualquier pecado es merecedor de justicia, juicio y pena, hasta el más ínfimo, lo que conduce indefectiblemente al castigo del pecador.
Conociendo esta premisa, enojarnos o resentirnos con Dios sería un gravísimo error, es mejor hacer como Moisés: volverse al Padre con humildad y amor, deseosos de su perdón y con el corazón arrepentido, anhelantes de mejorar para vivir cada vez más lejos del pecado.
Moisés llevó a Israel al desierto y Josué hizo que el pueblo ingresara a la tierra prometida. Esta verdad histórica nos sirve de analogía para comprender que la ley lleva a los hombres a un desierto de convencimiento de pecado, pero no a la tierra donde fluye leche y miel donde hay reposo y paz.
Josué es un tipo de Jesucristo, él hizo lo que la ley no consiguió ni conseguirá. Solo a través de Jesucristo podemos ser perdonados de nuestros pecados para tener reposo y paz en el reino de los cielos.
El parecido de Moisés a Jesucristo es bueno, guardando las justas distancias. El profeta fue el redentor de su pueblo y Jesús es el redentor de la humanidad. Moisés liberó a los hebreos de la esclavitud de los egipcios y Jesús libró de la esclavitud del pecado a todos aquellos que en Él creen.
Moisés fue el legislador y juez de su pueblo, Jesús es nuestro justo juez, y llegará el día en que todos estaremos bajo su justo juicio. ¿Notamos la grandeza de Cristo sobre Moisés? De igual manera Cristo es más grande que cualquier profeta, patriarca o predicador.
Profesemos la verdadera religión siendo obedientes y fieles seguidores de Cristo, enfocándonos solo y únicamente en Él, esforzándonos en vivir una vida Cristo céntrica.
Les deseo un día muy bendecido.