Y en aquel día dirás: Te doy gracias, oh SEÑOR, Porque, aunque estabas enojado conmigo, Tu ira se ha apartado Y me has consolado. Dios es mi salvación, Confiaré y no temeré; Porque mi fortaleza y mi canción es el SEÑOR DIOS, Él ha sido mi salvación Isaías 12:1-2 NBL
Queridos amigos, durante los años de mi juventud guardé algo de rencor a las disciplinas de mi padre. Ahora reconozco que tenía bien merecida su indignación, que solía llegar acompañada de unos cuantos cimbrazos con el cinturón. Una buena práctica que hoy es motivo de escándalo.
Especialmente después de haber ejercido el oficio de padre, uno se da cuenta de los motivos que tuvieron nuestros padres y abuelos para ejercer disciplina, y agradece por ello. Me portaba mal y recibía merecida reprensión y castigo por ello.
Ahora que soy adulto puedo aseverar que me porté mucho peor de mayor que cuando era joven, pero no hubo nadie para disciplinarme. Tuve la bendición de recibir la gracia de Dios y el Espíritu Santo se ocupó de darme consciencia y convencimiento de pecado, y pude arrepentirme y pedir perdón de manera genuina.
Sin yo merecerlo Dios decidió quitar la ira que tenía puesta sobre mi persona, bendiciéndome con su gracia, hizo que la obra de cruz de su Hijo Jesucristo se hiciera efectiva en mi vida, porque Él pagó mis deudas con su sacrificio de infinito amor. Entonces el Padre celestial dejó de estar indignado por mis pecados mostrándome su misericordia y perdón.
Puedo clamar en agradecimiento como lo hizo Isaías: Maravilloso Dios te doy gracias, infinitas gracias. Dios mío tú eres mi salvación, quién cómo tú mi Señor y Dios. Cantaré tu nombre, porque tú eres mi canción. Solo en ti confiaré, tu eres mi fortaleza.
Un cántico así solo puede salir del corazón de los redimidos. El hecho de que un impío comprenda intelectualmente el significado de la muerte de Cristo Jesús y entienda que es un pecador que necesita ser salvado, no hace de él un verdadero adorador. Es sólo por gracia.
Nos encontramos ante una hermosa descripción de la alegría de los convertidos cuando en aquel día el Señor Jesucristo venga. Isaías menciona “aquel día” haciendo referencia a la llegada de Jesús, tiempo en que también cesará la indignación de Dios. Es una gran demostración de gozo por la llegada del Mesías.
Se repite la manera de expresar el gozo y la celebración que Miriam realizó después de la liberación del Mar Rojo. Alabanzas de alegría y agradecimiento fueron elevadas al cielo (Éxodo 15). Isaías entona un himno de acción de gracias por los restaurados y convertidos de su pueblo, y como buen profeta se adelanta a la llegada del Señor Jesucristo.
Cantemos himnos de alabanza al gran Yo Soy, el Dios viviente, que conoce lo peor dentro de sus escogidos, y no obstante, los ama de verdad. Él no está obligado a redimir a nadie. Qué maravilloso es que salve a algunos a pesar de todo, y cuánta dicha debe existir en los corazones de los redimidos. Benditos los llamados.
Les deseo un día muy bendecido.