Porque sabía que por envidia le habían entregado. Mateo 27:18 RVR1960
Queridos amigos, la envidia es un pecado que conduce a cometer otros pecados. Las autoridades del Sanedrín recurrieron a la mentira para conseguir su envidioso objetivo: la pena de muerte para Jesús.
Lo acusaron falsamente de ser blasfemo, pero al no ser una acusación válida para conseguir la pena de muerte, se inventaron deliberadamente que Jesús era un revolucionario, que incitaba al pueblo a no pagar impuestos y que se estaba presentando como un rey, donde ya existía un monarca.
De la mentira religiosa pasaron a crear mentiras de índole político, pues éstas tendrían su efecto sobre la autoridad romana. Pilato probablemente se cuestionaba sobre la veracidad de las acusaciones, era extraño que de pronto se esgriman acusaciones tan graves, que no tenían fundamento si se miraba el tipo de vida que Jesús había estado llevando.
Se cree que Pilato despreciaba al pueblo judío, sin embargo, no demostró maldad contra Jesús. Le pidió que aclarase las cosas con la intención de declararlo sin culpa. Su esposa tuvo un sueño perturbador, que sumaba como mensaje a favor de Jesús.
Tuvo intención de liberar a Jesús, pero no quería admitirlo abiertamente para no comprometerse. Su debilidad e indecisión terminaron por convertirse en grave pecado. Un clásico ejemplo del hombre débil que en el fondo desea que se haga lo correcto, pero permite que sus intereses personales sumados a sus inseguridades se antepongan a la justicia.
La insistencia de que se ejecutara a Jesús por parte de los líderes judíos era tal, que Pilato consideró que rehusarse para hacer lo correcto, podría ser peligroso, su temor pudo más que su honor. Su conciencia no pudo contra su ambición, pues no seguir el deseo loco del enardecido pueblo habría sido políticamente incorrecto.
No hay que sentir odio por Pilato, pues sus actos indignos piden misericordia. Fue en vano esperar que una autoridad actúe con justicia. ¿Nos parece familiar? Una persona justa estaba siendo injustamente condenada, es deber de toda autoridad actuar en consecuencia por la obligación de su cargo, pero no siempre es así.
La injusticia primó sobre el ser más justo del universo, porque la política suele tener mayor peso en la mente de los impíos que la justicia. A pesar de que Pilato sabía que Jesús era inocente ante la ley Romana y que si bien se lo podría castigar aduciendo algún otro cargo menor, no existía motivo alguno para que recayese sobre Él la pena de muerte. No obstante, decidió no escuchar a la voz de su conciencia y se lavó literalmente las manos, un acto vergonzoso para una autoridad que tenía el poder de decidir en justicia.
Se podría darle una luz de benevolencia a Pilato por su estrategia de querer utilizar al preso menos digno de ser liberado, porque se trataba de un peligroso asaltante, homicida y sedicioso, que se ocupaba de dañar al imperio. Probablemente pensó que de dicha manera el pueblo se inclinaría por liberar a Jesús.
Sin darse cuenta puso a “un salvador del pueblo”, un revolucionario que peleaba contra Roma, en oposición al Salvador que procedía del cielo. Las multitudes optan normalmente por el mundo, deponiendo a Dios y eligiendo con libre albedrío su propio engaño.
Los judíos envidiosos consiguieron su objetivo, pero no existe posibilidad alguna de que tales hombres salgan realmente victoriosos sin la ayuda del mismo que hicieron matar. La única esperanza verdadera está en vivir en Cristo, para no ser dominados por el pecado y, así, vivir para hacer lo correcto, verdadero y justo.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.