Aprende pues, hoy, y reflexiona en tu corazón que Jehová es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra, y no hay otro.” Deuteronomio 4:39 RVR1960
Queridos amigos, la ignorancia, que no tiene límites, nos lleva por caminos sinuosos, que no son otra cosa que desvíos de la verdad, no por nada existe el famoso dicho que la ignorancia es madre de todos los vicios y del atrevimiento.
En mi época de estudiante universitario una persona, fuente de información supuestamente confiable, me contó que las hojas del árbol ginko biloba traían suerte, en mi ignorancia tomé una hoja y la puse en mi billetera, convencido de que la suerte me acompañaría.
Lo que no discernía en mi ignorancia, era que Dios me estaba bendiciendo desde siempre, pero dolorosamente y sin dudar atribuía todo lo bueno a fetiches que en traían buena fortuna.
No tenía inconveniente en poner mi confianza en lo que me dijeran, lo mismo le sucede a muchísima gente. Otro, de miles de ejemplos, es el famoso gato de la suerte chino o japonés que mueve la pata, que vemos en una gran cantidad de restaurantes, se supone que les traerá buena suerte. El pensamiento de la gente es «mejor ponerlo que no ponerlo, nunca se sabe».
La ignorancia no nos permite ver más allá de nuestras narices. Cuando no tenemos claro que solo existe un Dios y que no hay otro, nos dejamos llevar por lo que vemos y oímos poniendo nuestra confianza en todo tipo de fetiches, porque no comprendemos que la suerte no existe y que el único que tiene las riendas de nuestras vidas es Dios, el omnipotente, omnipresente y omnisciente Creador de todas las cosas.
Moisés como líder del pueblo de Israel tuvo oportunidad de ver con toda claridad el comportamiento del pueblo que Dios había puesto a su cargo. Era necesario exhortarles una y otra vez que obedecieran las demandas que Dios estableció en el pacto que había realizado con ellos.
Nuestra memoria suele ser selectiva y no nos acordamos de lo que no nos conviene. Moisés les decía que aprendan en el hoy, porque hasta ese momento se veía que no habían aprendido, lo cual podría no solo atribuirse a su maldad sino a su corta y selectiva memoria. Les enseñaba como si fuera algo nuevo para ellos, que Jehová es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra y que Él es único.
Nuestra condición humana de seres caídos hace que nos mantengamos ciegos ante la verdad, nos compele a vivir en ignorancia. Lo mismo le pasaba al pueblo hebreo, a pesar de que gozaba de una situación en sumó privilegiada al ser el pueblo escogido de Dios.
De Israel nacería el Mesías, y este pueblo de dura cerviz fue llamado por Dios para proclamar su amor y gracia al mundo entero, por lo que la responsabilidad que tenían era muy alta, por tratarse del pueblo especial de Dios, era imprescindible que fueran fieles y obedientes al Creador.
La redención de Israel estaba sujeta a una adoración exclusiva del Señor de los ejércitos, reconociendo que Él es el único y que no hay otro igual como Él.
De igual manera la redención de cualquiera de los escogidos está sujeta a la adoración exclusiva de Jesucristo.
Si no le reconocemos como Rey de reyes y Señor de señores, pensando que existen otros reyes y señores con los que podemos contar, mal hacemos.
Si confiamos en objetos para que nos vaya mejor, dejémoslo de hacer, si vemos que estamos demasiado enfocados en alguna actividad, analicemos si no estamos teniendo un comportamiento idolátrico y si fuera el caso abandonémoslo, si algún anhelo nos domina demasiado, optemos por confiar en Dios y pongámonos en sus manos.
Les deseo un día muy bendecido. Recuerden que Jesucristo debe ser el centro de nuestras vidas.