Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol? Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece. Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta. Eclesiastés 1:2-5 RVR1960
Queridos amigos, hoy llega a su fin el año (2016) y las personas se preparan para dejar atrás el año viejo y para recibir el año nuevo.
Algunos mencionan que el año que pasó fue bueno, para otros se trata solo de mirar hacia adelante augurándose un mejor pasar para el futuro.
Parece que se tratara de una fecha mágica que de alguna manera permite un giro para bien en las vidas de las personas. Todos buscan la felicidad y lo más triste es que se engañan con tradiciones engañosas como por ejemplo: comer doce uvas deseando satisfacer deseos egoístas, correteando con una maleta para conseguir viajar o poniéndose un calzón rojo para conseguir amor o un calzón amarillo para obtener dinero.
La búsqueda de la felicidad ha sido desde siempre uno de los objetivos del mundo, pensando que la riqueza, la salud y el amor son los objetivos egocéntricos a seguir para ser feliz.
En ningún caso el mundo se detiene a pensar en el Dios verdadero, buscando dioses por doquier que satisfagan todas las necesidades posibles. El Dios verdadero es quien da la verdadera felicidad, que no está centrada en el ego, sino más bien en vivir para Dios.
El problema es que el Dios verdadero es exigente y el mundo no está dispuesto a seguirle.
Veamos lo que el predicador de Eclesiastés nos dice, sin Dios todo es vanidad, qué sentido tiene la vida del hombre, si no está ligada a la de Dios.
Pasan los días y los años y creemos que nos hemos ganado el mundo, siendo que el fin se acerca más y más, y nada cambia a pesar de que pensamos que estamos cambiando el mundo, porque la esencia de una vida sin Dios es solo vanidad.
La Palabra nos enseña que toda la sabiduría está en el temor de Dios, sin embargo el hombre natural busca sabiduría por todo lado menos en el lugar indicado.
Si comenzáramos por temer a Dios, es decir reverenciarle y serle obedientes, con seguridad empezaríamos también a ser sabios y verdaderamente felices.
Qué afirmación más maravillosa, el cristiano genuino ya es feliz y por tanto no vive para buscar la felicidad, sino que su enfoque está dirigido a vivir para la gloria de Dios en santidad.
Que sea Dios guiándonos y que Él permita que anhelemos vivir bajo su infinita gracia.
Les deseo muchas bendiciones.