Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas, En cuyo corazón están tus caminos. Salmos 84:5 RVR1960
Queridos amigos, el mundo nos enseña que confiar en nosotros mismos es en sumo importante, nos dice que cuánto más confiemos, mejores logros obtendremos.
Existen un sinfín de autores y libros de autoayuda para generar confianza en uno mismo. Entrando en internet lo primero que encontramos son sugestivos títulos: 10 hábitos para cultivar la confianza en ti mismo…, 12 consejos para tener más confianza…, 21 pasos para tener confianza en uno mismo, y así sucesivamente.
Se dice que la falta de confianza en uno mismo genera una barrera entre lo que somos y lo que queremos ser, y que se relaciona con el miedo, especialmente el miedo al fracaso. La falta de confianza está también ligada a pensamientos negativos que solemos tener como parte de nuestra naturaleza humana.
En contraposición se encuentra la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo en el sermón del monte que dice que bienaventurado es aquel que es pobre en espíritu (Mateo 5:3), un pensamiento totalmente opuesto al de la autoestima y autoconfianza (ver: http://quedicelabibliasobre.com/2017/01/05/un-esbozo-sobre-las-bienaventuranzas-del-sermon-del-monte/).
El mundo quiere ver hombres y mujeres ganadores, grandes, que pueden llevarse todo por delante, eso es ser exitoso, ese es el tipo de personas que hacen falta. Por lo tanto, la visión cristiana del pobre en espíritu es vista por el mundo como la de “un pobre perro mojado, embarrado y abatido con la cola entre las piernas”, una situación patética que genera aversión.
Por supuesto que quien no ha sido bendecido con la gracia de Dios nunca ha de entender el verdadero significado de su bancarrota espiritual. Sabe que nada es y que nada merece, ambos pensamientos absolutamente opuestos a los del mundo.
El hombre natural tiene que recurrir a métodos y disciplinas para forjarse, el hombre espiritual “recurre” al arrepentimiento, porque arrepentirse significa cambiar radicalmente, dejando de ser lo que uno era, pasando a ser algo mejor porque “ya no vivo yo, más Cristo vive en mi” (Gálatas 2:20).
La gracia y el arrepentimiento llevan a cabo también un cambio en el carácter del nacido de nuevo, a quien es dada una medida del carácter de Dios y poco a poco va adquiriendo cada vez más de Su maravilloso carácter. Se va forjando un nuevo carácter, él del nacido de nuevo, él del seguidor de Cristo vestido de un nuevo hombre (Colosenses 3:10), pasando de esa manera las necesidades de autoestima y autoconfianza a un tercer y cuarto plano.
Podemos comprender entonces, que el creyente reconozca que solo en Cristo Jesús tiene fuerzas y que depende solo y únicamente de su Señor para todo lo que haga. Los caminos del mundo pasan a un plano de insignificancia porque el convertido tiene plasmados en su corazón los caminos de Dios.
La fuerza del convertido está en Dios, porque reconoce con diáfana claridad su impotencia y debilidad, porque sabe que el poder total lo tiene solo Él. Su fe le lleva a entender esta dimensión desconocida para el impío, le lleva a tomar muy en serio la Palabra de Dios y a confiar en Él, por tanto, tiene Sus caminos en el corazón y es bienaventurado.
Les deseo un día muy bendecido.