Pero yo siempre tendré esperanza, y más y más te alabaré. Salmo 71:14 NVI
Queridos amigos, en muchas ocasiones me pongo a pensar en lo hermoso que hubiera sido conocer al Señor desde mi juventud.
El hecho de conocerlo es de por sí una maravillosa bendición. Fui convertido a Jesucristo por el poder del Espíritu Santo en una edad madura y le agradezco a Dios por ello, porque me permitió vivir una vida nueva en este mundo.
La vida nueva consiste en vivir la vida ya no solo en el cuerpo que Dios nos ha dado, sino también espiritualmente, pues los nacidos de nuevo somos nacidos en espíritu. Nuestro espíritu muerto en delitos y pecados (Efesios 2:5) es traído a vida nueva por el poder del Espíritu Santo.
Dios nos da sentidos espirituales para ver y oír, y es a partir de dicho punto que comienza el cambio. Lo que una mente carnal no podía ver ni oír, la mente espiritual del nacido de nuevo es bendecida con discernimiento adicional mediante los nuevos sentidos.
A través de este proceso milagroso, la inteligencia humana se va alineando a la inteligencia de Dios, y Su sabiduría impregna poco a poco al nuevo convertido. En la medida en que el nacido de nuevo vaya viviendo bajo el temor de Dios, más sabio será, porque el principio de la sabiduría es el temor de Dios (Proverbios 1:7).
Si hubiera aplicado los principios de sabiduría de Dios desde mi juventud, mi vida probablemente hubiera sido otra; no hubiera agredido tanto al Padre con mis pecados, motivo suficiente como para querer haber nacido convertido. Pero la misericordia de Dios es tan abundante, que probablemente sin haber tenido tantos pecados en mi haber, mi arrepentimiento no sería tan profundo.
En fin, Dios sabe qué es lo mejor para cada uno de sus hijos. Como Padre amoroso se ocupa de cuidar a sus amados hijos. A partir de qué conocemos a Dios podemos estar seguros de su constante presencia en nuestras vidas, especialmente si no esforzamos por vivir para Él.
Mirando en retrospectiva puedo ver el cúmulo de bondades de Dios en mi vida, aún tengo buen trecho por recorrer en este mundo, al menos eso espero, y cuando me encuentre en el ocaso de mi vida deseo poder reconocer con claridad las obras de Dios sobre mi persona y entorno.
En la vejez las capacidades físicas van mermando rápidamente y por ello le pediremos a Dios que nos acompañe, pues seremos conscientes de que lo necesitamos más. Estoy seguro de que no tardaremos en darnos cuenta de que Él no deja de ser nuestra ayuda constante en ningún momento de nuestra vida.
Tanto el joven como el anciano necesitan de la ayuda de Dios y deben esperar en Él. Sin importar cuáles sean las necesidades o limitaciones a las que debamos afrontarnos, hemos de confiar en su bendita providencia.
Pienso que en la medida en que nos acercamos al fin en este mundo, sabiendo que morir es ganancia, hemos de sentirnos próximos a la meta, como lo decía el apóstol Pablo. Estaremos más cerca del cumplimiento de tantas promesas, que nuestro corazón rebosante por la emoción alabará a Dios más y más.
Podemos servir al Señor desde cualquier condición física o económica, es menester depositar toda nuestra confianza en Él y seguir sirviéndole como mejor podamos. Debemos esforzarnos para encontrar formas nuevas para expresar nuestra alabanza a Dios, adecuadas a las circunstancias que estamos viviendo, aunque mantener las formas antes utilizadas tampoco está mal, siempre y cuando sean de olor fragante para el Creador.
Debemos alabar a Dios más y más con nuestros actos, palabras y pensamientos. Cuánta más pureza exista en nuestra vida mayor será nuestra alabanza, pues alabar a Dios en el templo es bueno, pero mejor es hacerlo en nuestro diario vivir con nuestras acciones.
Con el pasar de los años la confianza del creyente verdadero debería ir creciendo, y con ello deberían desarrollarse su obediencia y alabanza. Hemos de esperar en Dios con toda expectación, sabedores de su inamovible fidelidad.
Pablo pedía en oración para que el amor de sus hermanos abundase aún más y más en ciencia y en todo conocimiento (Filipenses 1:9), eso mismo pido yo por mis hermanos en la fe. Por eso, dispónganse para actuar con inteligencia (ciñan los lomos de su entendimiento); tengan dominio propio; pongan su esperanza completamente en la gracia que se les dará cuando se revele Jesucristo (1 Pedro 1:13).
Les deseo un día muy bendecido.