Bebe el agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo. ¿Se derramarán tus fuentes por las calles, Y tus corrientes de aguas por las plazas? Proverbios 5:15-16 RVR1960
Queridos amigos, el matrimonio es una institución creada y sustentada por Dios. Y si una pareja se unió en matrimonio, habiendo decidido hacerlo con la venia de Dios, ya no son dos personas separadas, sino una sola carne, por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
Dios ha designado el matrimonio como un medio para resguardar a hombres y mujeres del pecado de fornicación y otros vicios. Pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. No deben negarse el uno al otro para que Satanás no los tiente a causa de su incontinencia (1 Corintios 7:2-5).
Los que se casan suelen prometerse fidelidad y cuidado hasta que la muerte los separe, pero muchos no tardan en incumplir su compromiso, utilizando los más variados argumentos para justificar su separación, y en el mundo no falta quien los apuntale en su equivocada decisión.
El único motivo de separación aprobado por Dios es el adulterio, es decir, el pecado de tener relaciones sexuales fuera del matrimonio. Y esto va relacionado con beber agua del propio pozo. El pozo representa la sexualidad de la esposa. Dios ordena que el varón satisfaga su apetito sexual solo y únicamente con la mujer que eligió en matrimonio.
Hombres y mujeres son llamados a ser fieles en el matrimonio, disfrutando sexualmente del cónyuge. Si bien los tiempos actuales casi no se adecuan a este mandamiento, especialmente porque legalmente ha dejado de ser una transgresión tener relaciones sexuales con la mujer de otro hombre o con una soltera. Mucho de lo que vemos y oímos en estos días es contrario a lo que Dios manda, pues Él quiere que las parejas busquen satisfacción en su cónyuge con amor y compañerismo durante toda su vida.
Las tentaciones están a la orden del día; la literatura, la televisión y las redes sociales son canales que incitan a la lascivia y a la búsqueda de placeres. Especialmente cuando la monotonía reina en el matrimonio, el riesgo de buscar satisfacción en otro lado se incrementa.
El profeta Jeremías hizo una descripción muy apropiada de los varones, que quieren conquistar a las mujeres del mundo: “Son vigorosos, sementales, bien alimentados, cada uno relinchando por la mujer de su prójimo” (Jeremías 5:8). Y en el libro de los Proverbios se exhorta a los varones a no olvidar las recomendaciones e instrucciones del padre y de la madre, porque serán de protección ante la mujer inmoral. Exhortan a no codiciar su belleza, ni a dejarse seducir por sus miradas coquetas. Acota diciendo, que una prostituta te llevará a la pobreza, pero dormir con la mujer de otro hombre te costará la vida (Proverbios 6:20-29)
Tal vez haya excusas para un ladrón que roba porque se muere de hambre. Pero si lo atrapan, deberá pagar siete veces la cantidad que robó, aunque tenga que vender todo lo que hay en su casa. Pero el hombre que comete adulterio es un necio total, porque se destruye a sí mismo. Será herido y deshonrado. Su vergüenza no se borrará jamás. Pues el marido celoso de la mujer se enfurecerá, y no tendrá misericordia cuando se cobre venganza. No aceptará ninguna clase de compensación ni habrá suma de dinero que lo satisfaga (Proverbios 6:30-35).
Los necios que escogen el camino de maldad son dejados por Dios a su libre albedrío, que los lleva a destrucción. Lo que Dios crea es perfecto y Él hizo el matrimonio y lo santificó. Solo dentro de esta institución se puede encontrar satisfacción y amor genuinos. Sabemos que el pasto del vecino siempre está más verde, es menester no caer bajo la influencia de esta ilusión. Regocijarse y compartir la vida con el cónyuge es lo mejor que se puede hacer, ambos entregándose a Dios para superar juntos las tentaciones y adversidades.
Les deseo un día muy bendecido.