como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. 1 Pedro 2:16 RVR1960
Queridos amigos, si creemos ser libres y así lo manifestamos, debemos estar seguros de no ser esclavos en ningún aspecto.
Se puede definir libertad como lo contrario de esclavitud. El esclavo debe hacer la voluntad del amo. La libertad no significa hacer todo lo que uno quiere, pues estamos sujetos a normas morales y a leyes. En ese sentido se define libertad como el derecho para elegir responsablemente la propia forma de actuar dentro de una sociedad.
En términos terrenales se anhela ser libre, especialmente cuando se sufre o se sufrió algún tipo de opresión o tiranía. Nos aterra la palabra esclavitud, por sus terribles connotaciones de explotación y consiguiente sufrimiento. Nadie quiere ser esclavo de nadie, sin embargo, existe una esclavitud, por así decirlo, inconsciente.
Se trata de la esclavitud del pecado, el hombre por su naturaleza caída está esclavizado al pecado. Su condición carnal le lleva a no poder dejar de pecar, no tiene el poder suficiente como para decidir dejar de estar sujeto al pecado, es decir no pecar más y hacerlo de manera efectiva.
Al decir que se trata de algo no consciente me refiero a que vivimos en pecado, dándonos cuenta hasta cierto punto de nuestros pecados, pero no somos capaces de discernir y tener un máximo convencimiento de nuestro pecado de manera natural. Para ello requerimos del accionar sobrenatural del Espíritu Santo obrando sobre nuestro espíritu.
Es por tal condición que en el mundo existen muchas personas que no entienden la dimensión del pecado e incluso indican que el pecado no existe. Sin embargo, son esclavos de sus pasiones, vicios, idolatrías y concupiscencias.
Jesucristo en su muerte sustituta de cruz venció al pecado de manera definitiva. Cuando una persona llega a creer en Cristo Jesús como su Señor y salvador, el Espíritu Santo realiza su obra regeneradora sobre el espíritu del pecador para hacerle nacer a vida nueva. Antes la persona estaba muerta en delitos y pecados, al nacer de nuevo inicia una vida nueva alejada del pecado y puede decir que fue liberada de la esclavitud del pecado.
Pensadores del mundo a pesar de no conocer a Dios tenían ideas muy claras sobre lo que representa la libertad. Por ejemplo, Cicerón decía: “somos siervos de las leyes para poder ser libres”, Epicteto aseguraba que “ningún malo puede ser libre”, y Plutarco complementaba indicando que “todos los malos son esclavos”.
El problema que plantea el apóstol Pedro se refiere a la tendencia de la naturaleza humana de buscar aprovechar ciertas situaciones a su favor, satisfaciendo los deseos de su carne. Jamás debe entenderse que ser salvo por gracia es un motivo para vivir en el desenfreno, convirtiendo la libertad que Dios nos da en libertinaje.
En resumen, la libertad cristiana se encuentra en la medida en que se obedezca a Dios, es decir cuanto más obediente se es mayor libertad se tiene. En otras palabras, si temeríamos a Dios con máxima reverencia, podríamos hacer todo lo que quisiéramos.
El cristiano debe utilizar su libertad no para hacer lo que le venga en gana, sino más bien para hacer lo que es correcto y justo, lo que Dios quiere que sus siervos hagan. La libertad del cristiano le debe conducir a tener relaciones y actitudes con su prójimo basadas en la rectitud y a tomar la decisión correcta de no involucrarse con lo malo del mundo ni de la carne.
En términos espirituales nunca somos libres. En nuestra condición de hombre (mujer) natural somos esclavos del pecado y en la nueva condición de hombre (mujer) espiritual pasamos a ser siervos (esclavos) de Jesucristo, porque Él es nuestro amo y Señor. En el primer caso se trata de una condición horrenda y en el segundo de una condición maravillosa y sublime, que debemos esforzarnos por mantener.
Les deseo muchas y maravillosas bendiciones, especialmente la de gracia.