Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá. Salmos 39:6 RVR1960
Queridos amigos, entender que la vida de todo hombre es pura vanidad, incluso cuando se encuentra en el mejor momento de su vida física y económica, es una necesidad urgente en este mundo.
Existe el dicho que todo hombre que quiera trascender debe tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Seguramente el hijo será quien lo recuerde, el árbol deberá llevar la leyenda del nombre del hombre que lo plantó y el libro, si es bueno, será leído por algún tiempo. En realidad poco o nada trascendente, ¿verdad?
El otro día hacía cálculos sobre el posible tiempo de vida que aún tengo en este mundo. Pensaba que trabajaría unos 10 años más y que después me quedarían unos 15 años para dedicarme a tiempo completo a actividades para el Señor. Me di cuenta de lo necio de mi pensamiento, porque no tengo idea de cuánto viviré realmente. Entendí que debo enfocarme hoy y ahora en las cosas del Señor.
La ironía más grande de la vida es que la gente pasa su existir asegurando su porvenir terrenal, sin detenerse por un momento a pensar seriamente dónde pasará la eternidad. Dejan lo más importante para concentrarse en lo efímero. Hacen planes para el futuro sin saber lo que ocurrirá mañana. Santiago 4:14 dice que la vida individual es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece.
De igual manera Salomón nos dice en Eclesiastés 2:18 que el trabajador se dio cuenta de su necedad y aborreció el trabajo que hizo bajo el sol, porque de nada le aprovecharía, pues otro vendría después de él y se apropiaría de su esfuerzo.
Pensar que el hombre puede ser muy grande e importante es vanidad, su vida es ínfima comparada con la historia o más aún con la eternidad. La vida es pasajera, comienza y cesa muchas veces sin que ni siquiera nos demos cuenta de qué fue lo que realmente pasó, especialmente cuando nos encontramos al borde de la muerte.
Entendiendo nuestra condición verdadera vale la pena enfocarse en lo realmente trascendente, que es empezar a ver las cosas bajo la perspectiva de Dios. Esto nos llevará a buscar lo importante, afectando nuestra manera de pensar y por ende nuestra forma de vivir.
El rey David, autor del salmo, se dio cuenta de que las cuantiosas riquezas y los espectaculares logros que tanto tiempo, esfuerzo y dedicación exigen, se quedarán en este mundo. Él sabía que su seguridad estaba en Dios y que debía poner su confianza plena en Él.
Si creemos lo que dice la Biblia, sabemos que para todo ser humano existen solo dos alternativas de destino final después de la muerte física. Una horrorosa y otra sublime, el infierno o el cielo. ¿Somos conscientes, como David, que nuestra única esperanza es Dios? ¿Entendemos que todo lo demás que no se encuentra dentro de los criterios del Señor es vanidad que lleva a un terrible final?
El hombre sin el Dios de la Biblia no es nada, y curioso como suene, tampoco tiene nada de qué jactarse cuando está con Dios. El bendecido por Dios nada hace para convertirse en Su hijo y ser coheredero del reino, toda la gloria se la lleva Jesucristo por su obra en la cruz, toda la gloria es para el Dios Padre, quien es misericordioso y regala sublime gracia, acompañada de fe para creer.
Que nadie se jacte por ser hijo de Dios y más bien viva en humildad eterna a los pies de su Señor como siervo fiel. Que su existencia en el mundo deje de tener tintes de vanidad y cobre un verdadero sentido, el de vivir para Dios.
Les deseo que nuestro maravilloso Dios les bendiga con su infinita gracia.