Los que pagan mal por bien Me son contrarios, por seguir yo lo bueno. Salmos 38:20 RVR1960
Queridos amigos, ¿somos conscientes del verdadero mal que nos causan cuando consiguen alejarnos de Dios?
El máximo mal que alguien nos puede ocasionar no es terminar con nuestra existencia o dejarnos con secuelas físicas y psicológicas de por vida, sino lograr que Dios quede fuera de nuestro corazón. En eso se concentra Satanás, ese es su gran objetivo central. Aunque nosotros por naturaleza estamos centrados en nuestro “Yo” y eso es lo que más aleja de Dios.
Las personas del mundo normalmente pagan el mal con mal, es una reacción habitual del hombre natural, aunque sabe que no está bien, su naturaleza caída y su “yo” le impele a reaccionar de esa manera. En el mundo se habla de inteligencia emocional desarrollada cuando no siempre se paga mal con mal.
Es muy fácil pagar bien por bien, especialmente cuando se trata de personas afines o familiarizadas. El problema se suscita para el salmista cuando manifiesta que le están pagando con mal el bien que hace. ¿Cómo es posible que alguien tenga una reacción tan negativa de pagar con mal el bien que recibe?
La respuesta es tan cierta como sencilla: los malos odian el bien o las cosas buenas, incluso cuando obtienen beneficios de ellas. Quien ama lo malo, odia lo bueno y bondadoso.
En el mundo el malo es una persona que tiene cualidades de maldad desde el punto de vista moral. Puesto que robar y matar es moralmente malo, el ladrón y el asesino se convierten en personas vistas como malas. Sin embargo, en la sociedad moderna existen cosas que son moralmente malas, que sin embargo son vistas como bagatelas que no necesariamente hacen mala a una persona. Por ejemplo, mentir, emborracharse, fornicar, desear a la mujer del prójimo, entre muchos otros. Los mentirosos son tan comunes como sus mentiras, sin embargo a muy pocos se les pasa por la cabeza encasillarlos en el grupo de los malos. A no ser que su mentira tenga una repercusión significativa y cause consecuencias serias.
No obstante lo descrito, desde la perspectiva espiritual no hay ni un solo hombre que sea bueno, bueno no existe uno solo (Romanos 3:12). Jesús confirma el hecho que no existe ni uno bueno en el evangelio de Lucas 18:18-19. Bajo dicha premisa todos somos malos, que es exactamente lo contrario de bueno. Dicha conclusión nos lleva a entender el por qué nos resistimos en tantas ocasiones al bien.
Por supuesto que el hombre natural no es tan malo como puede ser, tampoco su maldad es tan grande que se vea de manera evidente todo el tiempo, es más, tiene muchos actos de bondad. Desde el punto de vista de Dios, el hombre natural al no ser bueno de manera integra y total, queda del otro lado, es decir como malo. Su naturaleza pecaminosa le impide ser bueno siempre, aunque su moralidad le impulse a serlo, jamás podrá ser totalmente bueno.
El malo se resiste al bien. Cuando un fumador es exhortado para que no siga fumando por lo dañino que es el humo, su respuesta suele ser: “de algo hay que morir”. No está dispuesto a reconocer su maldad al dañar de manera evidente y voluntaria su cuerpo y recurre al cinismo para salir del paso e incluso termina haciéndose la burla. Eso es pagar mal por bien.
Otro clásico del mal por bien es el de los padres y los hijos, quienes reaccionan con mucha frecuencia de forma negativa ante los consejos buenos de sus progenitores. El padre o la madre solo desea el bien de su vástago y recibe bofetadas dialécticas por parte de él, quien se resiste a entender que los padres tienen experiencia y desean ahorrarles dolor. Y si así es entre seres que se supone se quieren, ya tenemos claro como es con personas que no se conocen o que se conocen y no se quieren.
El creyente, por el contrario, debe pagar siempre con bien. Esta actitud no representa una lucha contra su “yo”, porque al ser convertido es poseedor de un espíritu renovado y es guiado por el Espíritu Santo. Bien dice Pablo en Gálatas 2:20 “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
El mundo ve al cristiano como un pelele por querer seguir lo bueno y esforzarse por pagar solo con bien. Me imagino que el rey David se sentía de esa manera cuando escribió esta parte del salmo. No hay nada más reconfortante que hacer el bien. Uno se siente bien con Dios y con su propio corazón, es mejor que cualquier disfrute unido al hedonismo tan de moda en el mundo.
Les deseo un día muy bendecido.