Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas. Gálatas 3:10 RVR1960
Queridos amigos, si la salvación para vida eterna fuera a través del cumplimiento de las obras de la ley, nadie podría llegar a ser salvo.
Recordemos que el pueblo de Israel antes de Moisés vivía sin la ley de Dios y estaba bajo esclavitud en Egipto. Recién después de salir de Egipto Moisés recibió los mandamientos en el monte Sinaí. El propósito de esta ley era para que el pueblo viviese en santificación y de ninguna manera para salvación.
La ley también fue dada por Dios para exponer la pecaminosidad del hombre en contraposición a la santidad del Creador. En otras palabras, la ley fue dada para ver cuán santo es Dios y cuán pecador es el hombre. Para poder estar en una relación correcta con Dios es necesario vivir en santidad.
Entendemos que la ley es buena y santa (Romanos 7:12), sin embargo, estar sometido a la ley sólo acarrea maldición, pues maldito será quien no cumpla los mandamientos a cabalidad (Deuteronomio 27:26).
Pablo usa estos fuertes argumentos para explicar que la ley no justifica de pecados, porque nadie tiene la posibilidad de cumplir la ley en su totalidad. Quien quebranta la ley, aunque sea una pequeña vez, es declarado transgresor y será llevado a juicio para perdición eterna, vemos que el resultado es de maldición.
Es interesante destacar cómo los fariseos, entre ellos Saulo (Pablo), eran irreprensibles delante de la ley en relación a sus actos visibles. Es decir que externamente nadie les podía reprender por no cumplir con la ley, sin embargo, internamente, en sus corazones, eran todos sin excepción unos miserables pecadores.
Mentían, adulteraban, fornicaban, robaban, asesinaban y mucho más en sus mentes a causa de sus corazones reprobados de hombres caídos. Discernir que, por ejemplo, el hecho de desear en el pensamiento a la esposa de tu prójimo ya es un acto de adulterio, no estaba ni en sus mentes ni en sus corazones (Mateo 5:28).
La justicia no se alcanza por perseguir el cumplimiento de la ley, es decir haciendo buenas obras; la fe en Cristo es la verdadera justicia delante de Dios (Filipenses 3:9). El apóstol Pablo prueba la doctrina de la justificación por fe y no por obras, la cual los Gálatas estaban rechazando por las malas influencias de los judaizantes que los rodeaban e influenciaban.
Esta doctrina de la salvación por fe ya fue enseñada en los tiempos de Abram, a quien su fe le fue contada por justicia, es decir que la confianza que puso en Dios fue tal que el Señor aceptó su fe como suficiente para hacerlo justo (Génesis 15:6).
Todos los hombres pecaron (pecan), es decir que ninguno dejó de transgredir la ley, por tanto, todos se hicieron (hacen) culpables ante Dios. Si como transgresores de la ley nos hacemos culpables, no es muy lógico buscar la justificación (salvación) a través de ella, en realidad todo esfuerzo en ese sentido es en vano.
La obligación del hombre ante Dios es vivir en perfecta sintonía con la ley, sin embargo, éste por su condición caída tiene una total inhabilidad de poder cumplir con esta obligación. La ley se contrapone a la fe, puesto que no es posible vivir por ambas, si se vive por la ley es porque no se tiene fe genuina, y si se vive por la fe se quiere cumplir la ley, pero ya no para redención, sino solo y únicamente para agradar a Dios.
A través de Cristo Jesús podemos ser redimidos de nuestras transgresiones a la ley, solo la fe en Él nos lleva a una verdadera justificación de pecados. Creer en Jesucristo como Señor y salvador, y que resucitó de entre los muertos permitirá que el Espíritu Santo obre regeneración sobre nuestro espíritu para vida nueva y nos abrirá las puertas del cielo.
Cristo sin pecado fue hecho pecado por nosotros y sufrió (por un tiempo) el castigo divino en vez de nosotros. Los inconmensurables sufrimientos espirituales del Hijo de Dios deben ser una advertencia para cualquier pecador para desear huir de la ira venidera.
Resumimos que el hombre natural está condenado por la ley, porque no la puede cumplir a la perfección. Pero puede llegar a ser justo por medio de la fe en Jesucristo y su obra de redención en la cruz del calvario.
Les deseo un día muy bendecido.