Cara a cara hablaré con él, y claramente, y no por figuras; y verá la apariencia de Jehová. ¿Por qué, pues, no tuvisteis temor de hablar contra mi siervo Moisés? Números 12:8 RVR1960
Queridos amigos, en diferentes ocasiones me he visto indignado cuando alguien hablaba mal de otra persona, que en mi criterio no era merecedora de tal opinión.
Solemos ser bastante rápidos al momento de ejercer juicio, especialmente cuando no estamos de acuerdo. Normalmente el juicio acelerado que ejercemos está ligado a sentimientos subjetivos que distorsionan la realidad, por lo que terminamos en un juicio parcializado.
Juzgar no es malo, especialmente si se juzga bajo parámetros de verdad. No olvidemos que nos la pasamos juzgando lo que vamos viendo y viviendo. Si nos gustó la comida o no, requiere de un juicio. Si alguien nos cae bien o no, requiere también de un juicio. Si alguien hace algo bueno o malo a nuestros ojos y es evaluado, se trata de un juicio. Vemos que nos la pasamos juzgando.
En círculos cristianos existen muchos creyentes que dicen que no debemos juzgar, que el que juzga es Dios. Estoy de acuerdo con esa posición siempre y cuando veamos la paja en el ojo ajeno y dejemos de ver la viga en nuestro ojo. Sin embargo, si reconocemos nuestros pecados ante Dios y nuestro juicio no es para enaltecer nuestro orgullo, sino, por ejemplo, para exhortar o enseñar, consideró que se debe hacer sin lugar a equivocarse.
Aarón y María eran hermanos de Moisés, además de ser los máximos representantes entre los sacerdotes y profetas del pueblo de Israel, por lo visto contaban con una posición privilegiada, sin embargo el orgullo y la envidia les llevaban a ejercer injusto juicio sobre Moisés.
Le estaban criticando por no haberse casado con una mujer hebrea y de esa manera estaban poniendo en tela de juicio su autoridad como enviado y representante de Jehová.
Moisés había vivido los primeros cuarenta años de su vida entre los egipcios, como un egipcio más. Los siguientes cuarenta años de su vida los pasó en el desierto alejado del pueblo de Israel. No debería sorprendernos que tuviera esposa extranjera, sin embargo, cuando los celos atacan, se obnubila la razón y somos capaces de encontrar cualquier pretexto para socavar la posición de nuestro contrincante.
Nos agarramos de algo que nos parece adecuado y dejamos de enfrentar el asunto de fondo, lo que nos lleva a divagar sin aterrizar en el punto central.
Eso fue exactamente lo que les pasó a Aaron y María, quienes se acercaron a Moisés para quejarse, quiero suponer, sobre su supuesto comportamiento marital, el cual veían como inadecuado por no estar Moisés casado con una mujer israelita, su mujer era una cusita, que seguramente tenía otras costumbres, que a su vez fueron utilizadas como excusa.
No encontraron otra falta en Moisés que no fuera esa, dado que Moisés conducía al pueblo israelita de manera extraordinariamente buena, porque era obediente a Dios.
Su problema no era la cusita por sí misma, sino su envidia y gran orgullo, que les llevaron a ponerse celosos de la posición preponderante que Dios le había dado a Moisés.
La reacción de Jehová no se dejó esperar, quien les confrontó diciéndoles que Él hablaba cara a cara y sin adivinanzas con Moisés, acotando que Él permitía que Moisés viera al Señor como Él en verdad es. Finalmente terminó preguntándoles ¿Entonces, por qué no tuvieron temor de criticar y juzgar a mi siervo Moisés?
Resulta más fácil querer poner tranca al corral después de burro muerto, que darse cuenta de la propia necedad cuando se está suscitando el problema. Ni Aarón ni María habían sopesado las consecuencias que traería su necio y pecaminoso comportamiento, solo se dieron cuenta cuando estaban al borde del desastre, enfrentados contra el poder de Dios, quien terminó castigando a María infestándola de lepra.
Consideró que el pecado de orgullo es el pecado más grande y que Moisés estaba muy alejado de él, porque la Biblia lo describe como un hombre muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra. En tanto que sus hermanos fueron cegados por su orgullo, que los llevó a tomar decisiones equivocadas por motivos equivocados y a sentir gran dolor por su nefasto proceder.
Nos debe servir de ejemplo al momento de juzgar y criticar, debemos evaluar si nos estamos adentrando en caminos de necedad que nos llevarán a realizar cosas tontas y sin sentido.
Oremos y leamos la Santa Palabra para que seamos guiados por caminos de sabiduría, pidamos con todo el corazón ser mansos, porque bienaventurados los mansos que recibirán la tierra por heredad.
Que Dios les regale un día esplendoroso.