Entonces Jehová respondió a Moisés: ¿Acaso se ha acortado la mano de Jehová? Ahora verás si se cumple mi palabra, o no.” Números 11:23 RVR1960
Queridos amigos, cuando mi anciana madre se compromete con algo, suele sellarlo diciendo «hecho».
Me parece una forma muy bonita de manifestar su firme intención de cumplir con el compromiso. No recuerdo que haya defraudado en ninguna ocasión su simpático «hecho», lo cual sirve de ejemplo a todos los que la rodeamos.
Los humanos solemos ser desconfiados y muchos dudamos con y sin razón de la palabra de otros. Sin embargo, dudar de la palabra de Dios, especialmente cuando Él habla de manera directa, no solo es señal de máxima desconfianza sino una indicación de la dureza del corazón del hombre.
Eso era precisamente lo que le estaba pasando a Moisés. Me imagino que su fe se había visto mermada por los acontecimientos del día a día que iba viviendo, situaciones de mucha presión que por su volumen creciente se le hacían cada vez más difíciles de escuchar y solucionar.
El pueblo, como la mayoría de los pueblos, se ponía cada vez más exigente ante su líder y sus peticiones en muchos casos eran difíciles sino imposibles de atender. Se tornaba muy complicado contentarlos a pesar de que Dios se ocupaba de que no les faltase alimento, exigían comer carne como en Egipto.
Cómo muy pocos, Moisés había tenido contacto directo con Dios y había participado de sus imponentes milagros y espectaculares obras, y a pesar de eso se preguntaba dudando, ¿cómo sería posible alimentar a tanto pueblo?
Nuestra naturaleza caída nos lleva tener un corazón de piedra, el cual va siendo ablandado de a poco por el poder de Dios. A partir de nuestra fe en Dios los aspectos de tremenda dureza en nuestro ser se van convirtiendo de piedra en carne.
Uno de los elementos más difíciles de controlar para el hombre es la desconfianza o la duda, incluso hombres de gran fe como Moisés dudaron. Esto demuestra que la carne es un elemento dominante en todos, incluso en el hombre de fe, quien al igual que todos tiene sus dudas, especialmente cuando se encuentra desalentado.
No es fácil controlar la desconfianza, sin embargo, la diferencia entre un hombre común y corriente y un hombre de fe, es que el segundo se esfuerza para mantenerse obediente y fiel a su Señor a pesar de todas sus dudas.
Vemos cuán fácil es para nosotros caer y dudar del poder de Dios, especialmente cuando observamos que hombres de la talla de Moisés dudaron. No debemos enfocarnos en nuestra desconfianza, porque eso hará que actuemos en nuestra propia fuerza. Nuestra visión debe estar puesta en la completa dependencia de Dios, independientemente de cuán maduros en la fe estemos. No dependamos de nuestra propia experiencia o de nuestros propios juicios, porque si lo hacemos, estaremos generando resistencia a la voluntad del Creador.
No es difícil de comprender que Moisés y su pueblo hayan llegado a pensar que Dios ya no les estaba acompañando como otrora, porque su presencia estaba siendo opacada por la monotonía y la rutina de los problemas cotidianos.
Lo que no estaban teniendo en cuenta es que Dios es inmutable, por lo que no cambia de humor y de parecer como los hombres, y al parecer su perspectiva sobre Dios estaba cambiando.
Quien reta a Dios siempre tiene todas las de perder. Todos recibiremos nuestra paga y nadie podrá decir estar mal pagado, algunos alabarán al Señor otros mantendrán la boca cerrada.
Cuando Dios dice «hecho» es porque ya está hecho, y de esa manera cumplió dándoles carne hasta decir basta.
El pueblo había rechazado al Señor que estaba presente entre ellos, lloriqueaban y decían «¿Por qué dejamos Egipto?», ahora tendrían que asumir las consecuencias de su concupiscencia comiendo un mes entero hasta que la carne de codorniz les produjera nauseas.
Los placeres físicos son solo vanidad, porque no trascienden y tampoco satisfacen, siempre se anda buscando más y más, y al final nada queda. Busquemos satisfacernos en los deleites espirituales, que son los que lo llenan todo y persisten hasta la eternidad.
Les deseo un bello día y que Dios le bendiga.