Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío. Salmos 19:14 RVR1960
Queridos amigos, lo que hace verdaderamente valiosa la vida es tener una relación con Dios, la cual se sustenta en la excelencia de su Palabra y el conocimiento que podemos llegar a tener de ella.
En estos tiempos donde la búsqueda de la excelencia se ha convertido en una obsesión para muchos, no nos detenemos a pensar en lo excelentes que son las cosas de Dios. Todo lo que procede del Padre celestial está enmarcado en su perfección y, por tanto, no puede ser otra cosa que infinitamente bueno.
Durante más de treinta años vengo leyendo una cantidad de autores que dedican una ardua labor a temas de desarrollo empresarial y personal, haciendo especial hincapié en el ser excelente, es decir ser extraordinariamente bueno. Se dedican a buscar propuestas y soluciones, y en mi experiencia, las mejores parecen extractadas de la Biblia, de la sabiduría excelente de Dios.
Uno de los aspectos que se ha trabajado muchísimo en relación a lo expuesto, es el tema del asertividad, que se entiende por la habilidad social y comunicativa bajo la cual una persona no agrede ni se somete a la voluntad de otros, mientras manifiesta su posición y creencias. Sin duda el ser asertivo aporta a desarrollar excelencia.
El asertivo, por principio, no tiene la intención de herir o perjudicar, y expresa sus pensamientos y sentimientos de manera equilibrada, coherente y directa. Es lo opuesto a un comportamiento agresivo, que se presenta cuando se pierde la objetividad y la capacidad de respetar las ideas de los demás. En el otro extremo está el comportamiento pasivo, el cual efectiviza el dicho “el que calla, otorga”.
La sabiduría de Dios le instruye al creyente que no se salga del buen camino. El salmista le pide a su Señor le ayude a realizar cosas de Su agrado, manifestándole su anhelo por tener palabras buenas sustentadas en la meditación justa de su corazón. Termina su pedido reconociendo a Dios como su redentor y su roca firme, admite su dependencia de Su Señor en todo lo concerniente a su existencia.
Si al comenzar la mañana nos proponemos aplicar la Palabra de Dios en todo lo que pensemos y hablemos, es sin duda un objetivo loable. Pero el ideal para el creyente es tener pensamientos y palabras consistentes con la voluntad de su Señor y para ello necesita un corazón que confirme su verdadera conversión a Jesucristo.
De acuerdo al estado del corazón estarán los pensamientos, las palabras y los actos. El creyente verdadero cuenta con un espíritu regenerado y con un corazón renovado, por tanto, su deseo principal es agradar a Dios. Buscará que los pensamientos meditados que nacen de su corazón y sus palabras sean de honra para su Señor.
En contraposición al hombre natural, el hombre espiritual está sustentado en el poder de Dios, el cual obra para que ame a su prójimo y no le desee el mal. De igual manera, al ser su deseo el complacer en obediencia a Dios, anhela decir las palabras adecuadas, ojalá suaves y dulces, para llevar una relación de excelencia con su prójimo. No hay mejor manera de ser asertivo.
Dios nos bendiga con corazones gratos a su vista, para que nuestros pensamientos y palabras sean congruentes con Su Palabra y voluntad.