Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros; 1 Samuel 8:19 RVR1960
Queridos amigos, en ciertas ocasiones nos solemos empecinar con alguna decisión sin analizar las consecuencias negativas que puede acarrear y sin tomar en cuenta a quién puede afectar.
La vehemencia en nuestras decisiones normalmente nos lleva obrar de forma irreflexiva y apasionada. Nuestros sentimientos o nuestros impulsos son los que dominan la situación en dicho caso.
Algo similar le ocurría al pueblo de Israel, que miraba a su alrededor y observaba que todos los pueblos circundantes contaban con un rey, situación por la cual se sentían a menos y anhelaban tener también su propio rey.
Su visión era de orden terrenal y de corto plazo, pues su perspectiva espiritual estaba tan disminuida que prácticamente no lograban percibir que su Rey, Jehová, moraba con ellos y que, por lo tanto, no necesitaban de otro rey.
Ser guiados por el Rey de reyes era la mejor opción imaginable, envidiable para cualquier pueblo, que supiese lo que esto significaba e implicaba. Israel era y sigue siendo el pueblo escogido de Dios. Es una nación que fue llamada para ser separada de otras las naciones para santidad.
El hecho de pedir un rey no encajaba con el plan original de Dios. Al ser una nación única por decisión de Dios querían ser iguales a las otras naciones, que eran paganas. Se estaban encaminando a ser iguales que ellas, y eso les llevaba directamente a una caída espiritual. Optaban por confiar en quien se puede ver, y no así en el poder invisible de Dios.
El profeta Samuel se esforzó por darles el panorama completo, explicándoles detalladamente las consecuencias malas de contar con un rey. Hasta ese momento no se habían sometido al gobierno de nadie, sin embargo a partir de tener un rey, se debían sujetar a su dominio; un yugo muy duro y pesado de llevar, observando el estilo de mando de los reyes que existían en esos tiempos.
Tal era la obstinación y la insistencia del pueblo que no dejaron otra opción, que la de que se nombrase a un rey. Dios escogió a Saúl y éste fue ungido rey de Israel. El nuevo rey los guiaría de acuerdo a sus criterios, gustos y deseos, lo cual está muy alejado de cómo Dios los habría dirigido, si hubiesen puesto su confianza en Él.
No se daban cuenta de lo que estaban perdiendo por actuar sin pensar y de manera precipitada. Después de darse cuenta que habían perdido lo más preciado, sólo pudieron arrepentirse de su loca decisión. Habían decidido y ya no habría oportunidad de retroceso, Dios había sido desplazado. Una decisión equivocada que llevaría a un cambio radical en su forma de vivir, que además cerraba una etapa en su historia y abría otra, que en el tiempo se demostraría funesta.
Seguir a otros como ovejas a menudo determina el curso de nuestra historia. Pensamos que los valores y posesiones de otros son mejores, llevando esto a que nuestra actitud se vea afectada y a que tomemos alguna decisión desacertada con consecuencias negativas.
Especialmente cuando no se camina con Dios se busca referentes a emular en otras personas y en otros lugares, con el resultado de que se copian valores y acciones, que están alejados de la verdad de Dios.
No busquemos ser iguales que los incrédulos, pues esto nos llevará a una decadencia espiritual. Seamos firmes en tener nuestros deseos alejados de los del mundo, dejemos que Dios sea quien supla todas nuestras necesidades en sus tiempos y soberanía.
Les deseo un día muy bendecido.