Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. 2 Timoteo 2:23 RVR1960
Queridos amigos, suena obvio: cuánto más nos alejemos de lo malo más cerca estaremos de lo bueno, o cuánto más sigamos la bondad más lejos de la maldad nos encontraremos.
A pesar de tratarse de una declaración muy manifiesta, enfocarse solo en lo bueno puede ser muy difícil, especialmente cuando se busca hacer lo bueno únicamente mediante las propias fuerzas. Y eso es lo que el mundo te enseña, que puedes ser bueno si así lo decides, lo cual es una simple pero muy perversa mentira.
La plena bondad es inherente a la naturaleza de Dios, sin embargo, la maldad es inherente a la naturaleza humana caída. No que el hombre natural sea tan malo como pudiera ser, pues demuestra bellas actitudes de bondad, que lamentablemente no son la tónica lineal de su diario vivir, y tan duro como suena, tampoco pueden serlo.
El pecado mora en su forma de maldad dentro del corazón del hombre natural. Su condición de ser caído, gracias a la herencia adámica desde el jardín del Edén, no solo hace que el hombre sea pecador por naturaleza, sino que está completamente sometido a la esclavitud de pecado.
Si ponemos a un hombre cualquiera (hombre natural) en un laboratorio para realizar un experimento de tipo reality show, y otra persona se dedica a tocarle el nervio con cuestiones banales de su vida, que le llegan a su amor propio, con seguridad que conseguirá enfadarlo. Desde un parlante se oye constantemente una suave voz que le reflexiona diciendo: desecha las cuestiones necias e insensatas. El agresor verbal vuelve a entrar en acción esta vez con mayor saña. ¿Cómo creen que terminará la sesión?
Si el dominio propio entra en acción, porque la reflexión fue oída, el experimento fracasa. Pero se supone que es realidad en un 100%, y en ese sentido, si el agredido no rebate verbal y hasta físicamente, con seguridad que el agresor bailará una danza mortal dentro de su mente. Si el conejillo de Indias no declara sus verdaderos pensamientos, solo Dios sabe lo que hay en su corazón, aunque no resulta muy difícil de adivinar. Se trata de una reacción muy humana relacionada con la condición caída del hombre, al fin y al cabo, nada tiene de malo reaccionar cuando te provocan, ¿o sí tiene?
La Biblia premia con bienaventuranza al pacificador, humilde y manso, entonces cualquier reacción negativa, aunque la más mínima deja de comulgar con la palabra escrita de Dios. Podríamos elevar ambos brazos al cielo y preguntar: ¿cómo logro cumplir con tan difícil pedido?
La respuesta está en la gracia divina de Dios, pues solo por gracia se nace de nuevo en espíritu y se llega a ser salvo, haciéndose efectiva en la propia vida la cruz de Jesucristo. El nacido de nuevo nace a una nueva condición espiritual, a una vida nueva en espíritu. Dicha condición hace que las cosas de Dios puedan ser recién tomadas en serio, como siempre debió ser. El nacido de nuevo anhela vivir para la gloria de Dios, esforzándose por ser cada vez más obediente. Bastante contrario a lo que un impío busca.
Las palabras que el apóstol Pablo dirigió a Timoteo no cayeron en saco roto, pues Timoteo era nacido de nuevo y tenía oídos para oír las cosas de lo alto. En el caso del impío que oye dichas palabras, el rechazo puede no ser evidente ni inmediato, pues son palabras en sumo razonables para cualquiera. El problema se suscita cuando lo necio e insensato entra en juego para conducir a contienda, entonces se olvida de tan linda filosofía, pues las garras de maldad salen a relucir por fuera o por dentro, listas para rasgar.
El evangelio enseña a través de métodos de amor y paz, en ningún momento busca la controversia, la rebelión y menos la persecución, aunque en temas religiosos, políticos y de fútbol se suelen presentar al menos uno o dos de estos sustantivos.
Para que los corazones dejen de rebelarse contra Dios su gracia es imprescindible, de lo contrario nadie podrá mantenerse libre de contiendas a raíz de necedad e insensatez. Él es quien limpia poco a poco los corazones de maldad, haciendo que el hombre espiritual, nacido de nuevo, anhele profundamente vivir en obediencia a su Palabra y Voluntad caminando cada vez más en santidad.
Les deseo un día muy bendecido.
“Es mejor decir la verdad que duele y luego sana, que la mentira que consuela y luego mata”. A.R.